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  • 19 ABR 2024, Actualizado 08:39

¿Sientes culpa por desear lo que más quieres?

Conoce la diferencia entre el deseo y la culpa

¿Sientes culpa por desear lo que más quieres?

¿Sientes culpa por desear lo que más quieres? / W Radio

El tanatólogo Mario Guerra, tanatólogo; conferencista, business coach, psicoterapeuta. (TW: @marioguerra // encuentrohumano.com) estuvo en cabina con Martha Debayle y nos explicó que onda el deseo y la culpa.

Todos tenemos deseos. Ya sea de un objeto, una experiencia, una persona o un vínculo significativo; pero a veces nos han enseñado que no es bueno desear, que no somos dignos, merecedores o que no se puede tener nada sin sufrir o entregar en pago algo muy importante, como la dignidad o la autoestima. El deseo y la culpa hacen muy mala combinación, porque ni se obtiene lo que se desea, ni se disfruta lo que se tiene.

¿Culpa por desear?

El deseo es un movimiento afectivo que nos impulsa a buscar algo que se quiere, apetece o necesita.

Suena extraño, pero en muchas familias el deseo tiene una equivalencia retorcida de pecado, egoísmo o deslealtad, lo que activa los mecanismos de la culpa, que en el fondo lo que persiguen es alertarnos de la posibilidad de la exclusión si traspasamos esa frontera.

Bajo este esquema imaginemos al deseo como un brioso caballo que está cargado hasta su límite con pesadas cargas de culpa.

El deseo (que es personal) te impulsa hacia adelante, pero la culpa (por ser “malo” o “egoísta”) te lastra y te refrena.

Nuestra relación cultural con los deseos

Es muy común que en los cumpleaños se nos permita y hasta motive a “pedir un deseo”; pero no más de uno. En la carta a los reyes magos se nos dice que no pidamos mucho. Las historias de genios son de tres deseos y bien elegidos.

Desear posesiones y dinero es sucio.

Pensar en tener más que los demás es egoísta.

¿De dónde viene el deseo?

Surge de una vacío, cuando nos damos cuenta que nos falta algo que quisiéramos.

Si este vació no se llena de inmediato, o no se pierde más allá del impulso del momento, surge el deseo.

¿De qué nos sentimos culpables por desear?

Esto depende de qué nos hayan enseñado en la infancia y en la niñez, con base en el mito familiar de cada uno.

En general la culpa se dispara de la creencia tóxica de que, con nuestras acciones o nuestra existencia, hemos roto o dañado algo.

Estas creencias nos fueron inculcadas por la familia, la cultura o la sociedad y ya no se cuestionan. Incluso si no se está de acuerdo con ellas, la culpa les sale al paso de la mano de creencias tóxicas muy arraigadas.

¿Pero qué hay detrás de la culpa?

La creencia de que somos malos.

El miedo a perder el vínculo si traspasamos las fronteras del inmerecido deseo y que nos rechacen o nos dejen de querer.

Por sentirnos “más”, por ser egoístas o demasiado soñadores.

¿Qué efectos produce esto en nuestras vidas?

Ocultas el deseo de tí mismo.

Resignación y resentimiento

Los deseos enterrados o encerrados no desaparecen, sino que tocan la puerta de vez en cuando para recordarte que ahí están.

Si el miedo no deja que les abras la puerta y busques satisfacerlos, vas a desarrollar una sensación de gran frustración

Al final, te arrepientes por haberlos olvidado y dejado pasar el tiempo.

Ni los otros fueron más felices por acallar tus deseos y tú desarrollas sentimientos tóxicos hacia ti, principalmente de:

Desprecio, arrepentimiento, remordimiento y vergüenza.

Finalmente la sensación de ineficacia terminará por dañar profundamente tu autoestima y se crea un círculo vicioso en donde la culpa y el castigo que mereces por “ser tan poca cosa” realimenta el ciclo tóxico.

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