El miedo en los tiempos del COVID-19
Para todos los que están en pánico, miedo, incertidumbre les damos paz
El miedo en los tiempos del COVID-19
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://wradio.com.mx/embed/audio/557/111RD380000000095922/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Mexico City
Mario Guerra, tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.
¿Es normal tener miedo ante esto que estamos viviendo?
Estamos viviendo una experiencia como pocas habíamos tenido en la historia reciente de la humanidad.
Un nuevo virus, una pandemia y medios de comunicación rápidos y heterogéneos que dan cuenta de lo real y lo imaginado.
Hoy sabemos más rápido, pero por esa velocidad y diversidad, a veces no nos damos cuenta de dónde viene lo que sabemos.
Ante lo nuevo, desconocido y amenazante es natural sentir miedo.
Incluso es natural que el miedo se desborde gradualmente conforme sintamos que el peligro está más cerca de nosotros (aumento del número de casos) y nos sintamos indefensos (falta de tratamiento o de posibilidad o capacidad de atención).
Parte del problema con el miedo, que se desborda sin la contención de la razón, es la aparición de rumores, terror, paranoia y conductas irracionales.
El riesgo es real y existe, por supuesto. El COVID-19 no es una leyenda urbana y ya se ha hecho presente a escala mundial.
La cuestión es qué tan peligroso es ese riesgo y qué podemos hacer cada uno de nosotros para prevenir, identificar y mitigar sus efectos en nuestras comunidades.
¿Cómo nos comportamos con el miedo?
Ansiosos, hipervigilantes, preocupados, inquietos y menos racionales.
Esto puede ser agotador y contribuir al aumento del estrés (porque ahora hay otra cosa de la cual preocuparse).
En casos extremos nos podríamos tornar muy irracionales, impulsivos, agresivos, buscando como evitar o resguardarnos del mal. O incluso resignados y hasta deprimidos si vemos en esto el fin del mundo.
El miedo puede ser contagioso
Cuando los medios anuncian cancelaciones masivas de eventos públicos, se muestran imágenes apocalípticas de compras de pánico y circula en redes sociales y personales información distorsionada y contradictoria, es cuando pasamos la voz de alarma a los nuestros.
Es un comportamiento común de seres sociales que tienen depredadores, como lo haría un primate asustado ante la presencia de una hiena o leopardo.
El resto del grupo se alerta, se altera y a su vez pasa la voz, aunque ninguno de ellos hayan visto directamente a la amenaza. Su miedo fue disparado por el miedo del primer primate.
El problema con los humanos es que se auto contagian de sus propios miedos a través de la voz de la mente cuando no se le pone un freno. Se hace como una espiral o bola de nieve que luego cuesta parar.
Por supuesto que también están los maliciosos y antisociales que difunden intencionadamente información que agita al miedo. Eso también se contagia.
¿No estamos exagerando con todas estas medidas?
No sería imposible, pero ante lo desconocido es mejor estar preparados con medidas racionales (como higienización adecuada y mantener una distancia social) que confiarse y contribuir a la dispersión comunitaria del virus agravando sus efectos.
Podemos observar lo que ha pasado en otros países como China, España e Italia y, aunque no es posible predecir con exactitud cómo se comportará la dispersión del virus en cada lugar, observar medidas que han resultado eficaces y tomar ejemplo de ellas parece ser buena idea.
Como la tarea del miedo es alertarnos y protegernos de lo que es peligroso, necesita evidencia de que estamos haciéndonos cargo o poniéndonos a salvo.
Por ejemplo, de hecho esta es una de las razones psicológicas por las que las personas se lanzan a compras masivas e irracionales de papel de baño.
Aunque no sea un artículo prioritario ante una crisis de esta naturaleza (y como algunos ya se acabaron el gel desinfectante), entonces hacer lo que sea, así sea hacer acopio de cubrebocas o correr sin parar hacia cualquier dirección, es algo que alcanza a darnos una sensación de seguridad y control, aunque un tanto fantasiosa.
Por eso es tan importante estar conscientes de las medidas que podemos tomar que sean más efectivas, como lavarse las manos, evitar estar en contacto con personas enfermas, cubrirse la nariz y boca con el antebrazo al toser y estornudar y mantener una distancia social adecuada evitando grandes aglomeraciones. Eso es estar haciéndose cargo de manera más eficaz impidiendo que el miedo tome el control de la situación.
Lo que no deberíamos hacer
Sobreestimar
Nos hace ser irracionales.
Como hacer compras de pánico
Impulsa a difundir rumores
Desestimar
Nos hace descuidarnos
Ponemos en riesgo a otros
Entonces debemos estar tranquilos porque no va a pasar nada
Tampoco pensar así es la idea.
Si no pasara nada, nadie se contagiaría, nadie moriría y el resto no tendría que hacer nada.
La cuestión es que lo que está pasando tiene más un componente de miedo que de letalidad.
Ya están pasando cosas, como que hay personas que han enfermado y ya algunas han muerto en el mundo. A pesar de esto, dista de ser algo catastrófico para la vida en el planeta.
Aún así es inevitable que vendrán otras crisis derivadas de esta, como el impacto económico y social que esto tenga posterior a la crisis. Tener esto en cuenta es importante para prevenir o al menos habituarnos de manera temporal.
¿Y si la cosa se pusiera peor?
Todo a su tiempo.
Todo indica, por lo visto hasta ahora en otros países que ya han pasado o se encuentran en la fase de dispersión comunitaria, que la extinción de la humanidad parece que no vendrá de la mano de este virus.
Si algo se complica se tomarán otras medidas conforme se vayan necesitando y comprobando que son eficaces. Pero eso no está sucediendo hasta ahora a nivel masivo.
¿Qué vamos a hacer con los niños en casa todo este tiempo?
Conocerlos, observarlos, tenerles paciencia y también enseñarles que estamos en un estado de excepción y que todos hemos modificado hábitos y conductas.
Aburrirse es una parte sana y necesaria del desarrollo.
Muchas personas han vivido en situaciones de guerra, hambruna o alta violencia y de alguna manera aprenden a moverse en esos terrenos en lo que encuentran la posibilidad de hacer algo o en lo que pasa la crisis.
No nos estamos quedando sin agua, luz o servicios públicos.
¿Eres de los que no creen lo que dicen los comunicados oficiales?
Es comprensible esta actitud es estos tiempos de posverdad.
Se llama posverdad cuando las creencias personales y la información de carácter emocional (que provoca miedo o desconfianza) influyen más en la opinión pública que los hechos objetivos.
Tanta información que a veces se contradice no ayuda a formar una opinión fundamentada.
Pero si no crees en tus autoridades locales, mira que dicen las nacionales. Si no confías tampoco en estas, consulta por ejemplo las publicaciones que emiten la OMS o a la OPS en sus sitios oficiales. ¿Tampoco? Mira lo que dicen los gobiernos de otros países donde la epidemia se ha expandido. ¿Dudas de todo? Quizá no de todo; en un caso así seguramente dudas de esa información porque tu cabeza ya está infectada con otra información de quién sabe que fuentes. Tu problema en este caso no es precisamente el coronavirus.
A veces es mejor una persona que declara que no sabe a una que dice que sabe sin saber de dónde viene lo que dice que sabe.
¿Qué hacer entonces?
Obtén información de fuentes fiables.
Y como ciudadanos conviene estar continuamente informados.
Acá hay una liga a los myth busters de la OMS en español.
Trata de posponer tus supersticiones y paranoias (o al menos reconócelas como tales)
Para efectos de los ciudadanos, ahorita ya da lo mismo si el virus vino de murciélagos chinos, fue una conspiración de los illuminati o lo echaron los extraterrestres. Lo que hay que hacer es evitar que se propague rápida y extensamente.
Lo ideal sería que podamos dimensionar lo que está pasando. Esto no es broma, seguramente no es un complot mundial, ni es probable que estemos atestiguando el fin de los tiempos a manos de uno de los 4 jinetes del apocalipsis, pero es algo de lo que cada uno tiene que hacerse cargo.
Piensa y actúa (y no al revés)
A diferencia de los habitantes europeos de épocas medievales que atribuían las epidemias de peste y los millares de muertes a seres o fuerzas provenientes del infierno, nosotros ya sabemos que esto que pasa se debe a un virus, sabemos cual es, sus mecanismos habituales de contagio y su grado de letalidad.
Es verdad que aún no hay una vacuna o tratamiento eficaz para acabar con él, pero la comunidad científica mundial se está dando a la tarea de hallar un tratamiento en el mediano plazo. Mientras tanto, nuestro cuidado literalmente está en nuestras manos.
Quizá ahora es un buen momento para empezar a ejercitar el pensamiento crítico a partir de dudar no sólo de lo que nos dicen, sino de lo que pensamos.
Es la capacidad de las personas para analizar, entender y evaluar la información existente respecto a un tema, intentando encontrar la verdad entre toda esa información y alcanzar una idea justificada al respecto de lo que se trate, descartando todo lo demás.
El miedo es tan profundo como la mente lo permite