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  • 18 DIC 2025, Actualizado 03:16

Dos jóvenes quedan parapléjicas tras infecciones por piercings nasales: casos reavivan las alarmas sanitarias en Latinoamérica

Aunque los casos se registraron hace dos y seis años respectivamente, se han vuelto virales en 2025.

Joven queda parapléjica

Joven queda parapléjica

La historia de dos jóvenes, una originaria de Costa Rica y otra de Brasil, ha vuelto a encender la discusión sobre los riesgos sanitarios detrás de un procedimiento que millones de personas consideran rutinario, perforarse la nariz. En redes sociales, los casos de Mariana Ávila Guillén, de 18 años, y Layane Dias, de 20, se retomaron días recientes. Aunque los casos se registraron hace dos y seis años respectivamente, se han vuelto virales en 2025. Ambas relataran cómo una infección aparentemente menor terminó causándoles paraplejia. La coincidencia llevó el tema más allá del morbo viral: puso en el centro la falta de regulación, los vacíos en higiene y las prácticas informales que dominan buena parte del mercado de perforaciones en América Latina.

El caso de Mariana y la infección silenciosa

Mariana, originaria de San José, se perforó el septum a los 15 años. Lo hizo en un estudio aparentemente profesional, sin señales evidentes de riesgo. Un mes después empezó a sentir entumecimiento en los glúteos, un síntoma que confundió con cansancio escolar. Los dolores fueron en aumento hasta que un día no logró levantarse de la cama. En el hospital, los médicos identificaron una infección por Staphylococcus aureus, una bacteria común que puede tornarse agresiva si encuentra una vía de entrada al torrente sanguíneo. En su caso, la perforación nasal fue esa puerta.

La infección avanzó hasta presionar nervios esenciales en la espalda. Tras cirugía, antibióticos intravenosos y un mes de hospitalización, quedó con paraplejia incompleta. Desde entonces ha documentado su rehabilitación en TikTok, donde insiste en que cualquiera puede minimizar una señal temprana de infección hasta que es demasiado tarde.

El antecedente que volvió a circular: Layane y la acumulación de medio litro de pus en la columna

El caso de Layane Dias, ocurrido en Brasil, resurgió recientemente en redes debido a la similitud con la historia de Mariana. Layane se perforó la nariz y, días después, notó un enrojecimiento leve que confundió con un grano. Aplicó pomadas, analgésicos y continuó su vida sin imaginar que la bacteria ya había penetrado más allá de la piel.

El cuadro se agravó rápidamente: fiebre, dolor intenso en la espalda y pérdida de sensibilidad en las piernas. Cuando llegó al hospital, los médicos preguntaron si tenía alguna herida reciente. Ella mencionó el piercing. Con esa pista, los estudios confirmaron la presencia de Staphylococcus aureus viajando por su sangre. La infección se alojó entre tres vértebras, donde se acumuló medio litro de pus, suficiente para comprimir directamente su médula espinal.

La operaron de emergencia. La intervención frenó la expansión de la bacteria, pero no evitó las secuelas: Layane quedó parapléjica. Pasó dos meses hospitalizada y ahora continúa rehabilitación. En redes publica videos jugando básquetbol adaptado y advierte sobre la importancia de verificar la higiene y la capacitación del personal que realiza perforaciones.

Un mercado en expansión con regulación desigual

Ambos casos se volvieron espejo de un problema más amplio. En América Latina, la industria de perforaciones corporales avanza más rápido que las normas que deberían regularla. En países como México, Brasil, Perú o Colombia, la regulación depende de legislaciones estatales o municipales. Algunos territorios establecen requisitos de certificación, capacitación en manejo de material estéril y control sanitario; otros no supervisan ni mínimamente los establecimientos.

A esto se suma la amplia economía informal que domina el sector. Miles de perforadores trabajan sin registro, sin inspecciones y sin protocolos básicos, uso de agujas estériles, guantes nuevos, desinfección de superficies, control de infecciones o seguimiento posterior al procedimiento. En barrios populares, ferias y estudios improvisados, las perforaciones pueden costar entre una cuarta y una décima parte del precio de un establecimiento certificado.

Especialistas en infectología señalan que la combinación de malos hábitos de higiene y la falta de información del cliente facilita justamente lo que ocurrió en los casos de Mariana y Layane: pequeñas heridas que se infectan, señales que se minimizan, tratamientos caseros que retrasan el diagnóstico y bacterias que avanzan sin resistencia.

Una conversación necesaria

Aunque los dos casos extremos no representan la norma, la mayoría de los piercings cicatrizan sin complicaciones, sí exponen la vulnerabilidad de un sector prácticamente “libre” de vigilancia en buena parte de la región. El resurgimiento de sus historias en redes no solo generó empatía; también abrió el debate sobre la necesidad de protocolos mínimos, licencias obligatorias y campañas de información pública.

Mariana y Layane siguen adelante con rehabilitación y vida cotidiana, aunque con secuelas permanentes. Sus relatos han tomado fuerza porque, más allá del drama, contienen una advertencia clara, lo que parece un procedimiento menor puede convertirse en una emergencia cuando la higiene falla o cuando se ignoran los primeros síntomas de una infección.

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