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  • 21 DIC 2025, Actualizado 18:23

Comenzaron festividades del Día de Muertos en Museo Nacional de Culturas Populares

Dividido en tres niveles, la ofrenda exhibe imágenes religiosas y fotografías de los difuntos a quienes se les dedica el altar

Con un ritual de recibimiento a los espíritus de los difuntos, el Museo Nacional de Culturas Populares (MNCP) comenzó la víspera las festividades del Día de Muertos, con la inauguración de 13 altares de distintos pueblos indígenas. El patio Jacarandas de ese espacio museístico, se vistió de misticismo y colorido, con la apertura de ofrendas de pueblos como el purépecha (Michoacán), yaqui (Sonora), mayo (Sinaloa), tepehua y nahua (Veracruz). También, otomí (Hidalgo), zoque (Chiapas), chinanteco y chatino (Oaxaca), teenek (San Luis Potosí), tepehuano (Durango), maya (Quintana Roo) y mazahua (Distrito Federal). Como parte de las actividades del "Encuentro de Rituales y Procesión de Espíritus", decenas de personas se dieron cita para apreciar las distintas expresiones culturales que giran en torno a esta celebración anual. El color y aroma de flores, copal, alimentos y ornamentos con los que pueblos indígenas mexicanos adornan sus lugares sagrados, invadió este recinto en el que se exhiben 13 espacios colocados por miembros de las mismas comunidades y en los que algunos de ellos acostumbran ofrendar a sus muertos los días 1 y 2 de noviembre. Originario de Chiapas, el zoque, antiguo pueblo autóctono de ese estado, la celebración del Día de Muertos como parte de la cultura mesoamericano, constituye una parte de sus tradiciones y costumbres que cohesionan y sustentan su identidad étnica. Dividido en tres niveles, la ofrenda exhibe imágenes religiosas y fotografías de los difuntos a quienes se les dedica el altar. Todos los elementos como frutas y guisos, están colocados en porcelana, platos de barro y jícaras. Por su parte, para la comunidad de los teenek en la huasteca potosina, según indica una de las fichas que se observan en esta ofrenda, el Día de Muertos está asociado con el ciclo agrícola y coincide con el período en el que descansa el Dios del Maíz. Se dice que el 2 de noviembre, las ofrendas son llevadas hasta los panteones, en donde las tumbas son adornadas. Cada una, según la tradición, debe ser de siete piezas: siete tamales, siete collares de flores, siete tazas de café, ya que este número es simbólico y representa la plenitud, y la culminación de una vida. En el caso del pueblo tepehua y nahua en Veracruz, presentan un altar de la comunidad de Tequila, el cual está compuesto por una estructura de madera que sostiene un pequeño techo forrado en tela blanca y adornada con figuras de papel llamado: setial. En su frente, se presenta un arco elaborado con axocopa, una hoja aromática del cual cuelgan flores y naranjas. Bajo el setial, está puesta una mesa de madera cubierta por manteles en las que están colocas los alimentos. En caso de la comunidad de Tihosuco, en Quintana Roo, su altar es una tradición de la época prehispánica que sobrevivió durante el período Colonial y que hoy, es presentada como una clara muestra de sincretismo. Al respecto, la comunidad de mazahuas radicado en el Distrito Federal, festeja el regreso de las almas con una ofrenda donde se ofrecen los alimentos que en vida preferían los difuntos, al igual que los alimentos que se preparaban en la región. Pan, dulces tipos, cerveza y fruta colocada sobre una mesa adornada con flores de campo y cempasúchil, son algunos de los objetos que se exhiben. Asimismo, los pétalos de la flor de cempasúchil están colocados sobre el suelo, a fin de marcar el camino que las almas recorrerán desde el panteón, "hasta el lugar donde los esperan con gran banquete". A continuación se presenta la ofrenda Otomí (Hidalgo); aquí se recuerda a los difuntos con gran altar, el cual consiste en la colocación de una mesa rectangular en forma de arco, la cual es adornada, ya sea de palma o matas de maíz, así como por la flor de cempasúchil, que significa la puerta de entrada al mundo de los muertos. En la ofrenda se exhiben frutas como cañas, mandarinas, jícamas; así como algunos dulces de higo y calabaza, decenas de calaveras de azúcar y flores. También, se presentan platillos como mole de olla, frijoles, tamales, pulque y aguardiente. Por último, sobresale el altar del pueblo purépecha de la comunidad de Páztcuaro, Michoacán, en cuyo espacio se monta un arco floral en el panteón y en donde frutas y panes son llevados al altar del difunto. Allí, es tradición además que a los difuntos que cumplen el primer año de su fallecimiento se les rece un novenario que inicia una semana antes de las fechas de Todos Santos. Dos días antes de concluir el novenario, se sacrifica un cerdo, cuya carne estará lista para el pozole que se ofrecerá el día noveno, cuando llegan los padrinos de bautizo del difunto, con un arco de carrizo ya adornado con flores de cempasúchil y terciopelo, además traen consigo también ofrendas de frutas, panes y dulces de la región.

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