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  • 23 ABR 2024, Actualizado 10:51

CON MARTHA DEBAYLE

CON MARTHA DEBAYLE. Libro: AMLO y la religión

¿Está AMLO haciendo de lo religioso un activo político?

Libro: AMLO y la religión

Libro: AMLO y la religión / CUARTOSCURO

Mexico City

Bernardo Barranco, sociólogo y experto en religión. Maestro en sociología del catolicismo contemporáneo por la Escuela de Altos Estudios Sociales de París. Conduce el programa Sacro y Profano de Canal Once de México.

El Estado laico en México

Durante siglos el poder religioso y el político conformaron una sola masa.

En México, el Estado laico inició en la Constitución de 1857, pero no se afirmaba que el país era un Estado laico, sólo no se reconocía la religión católica como religión oficial.

La separación total de la Iglesia y el Estado se dio durante la Reforma, específicamente en 1859.

La construcción del Estado laico se volvió a deslumbrar en la Constitución de 1917.

El 20 de mayo de 1981 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el Régimen del pacto internacional de derechos civiles y políticos, el cual asegura la protección de la libertad religiosa y que los Estados políticos no pueden suspender en ningún momento.

En 1991, durante el gobierno de Carlos Salinas, se reglamentó el reconocimiento jurídico de la Iglesia católica a través de la reforma al artículo 131 constitucional.

Por su parte, el artículo 24 de la Constitución mexicana, reformado en enero de 1992, establece que todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y para practicar las ceremonias, devociones o actos de culto, siempre que no constituya un delito.

Se hace hincapié en la incapacidad del Congreso para dictar leyes que prohíban la religión.

El Estado laico determina qué las leyes civiles valen igual para todos, sin que importen las creencias o el rol que desempeñe el individuo en una organización eclesiástica.

Ninguna entidad religiosa debe de ser privilegiada sobre las demás

Se respeta la pluralidad de creencias religiosas y se respeta a la población agnóstica o atea.

De qué va

La religión ha recuperado protagonismo en la vida política de México.

El responsable de este fenómeno es el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Pese a declararse juarista, AMLO ha difuminado, como ninguno de sus predecesores, la frontera entre lo que es de Dios y lo que es del César:

llegó al poder aliado con un partido de origen religioso,

ha invitado a Palacio Nacional a líderes y agrupaciones cristianas,

ha abierto la puerta de las concesiones televisivas a iglesias evangélicas;

defiende políticas de Estado con frases bíblicas y ha pedido a las adscripciones religiosas que distribuyan la Cartilla Moral, documento básico para la llamada Cuarta Transformación.

En este libro Roberto Blancarte y Bernardo Barranco, analizan esta dinámica que puede transformar el balance de poder en México, cambiar el rostro del país y redefinir conceptos como laicidad y separación Iglesia-Estado.

¿Qué está pasando?

Durante este sexenio ha habido una intensa actividad de los aliados religiosos del presidente López Obrador.

AMLO utiliza símbolos, citas y parábolas religiosas en su discurso.

Esto implica ciertos riesgos ¿El Estado laico está bajo amenaza?

¿Cómo están interviniendo las iglesias?

Ejemplos: La peligrosa alianza entre el presidente y su amigo el pastor Arturo Farela, líder de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas (Confraternice)

También el que haya pedido a la COFRATERNICE ayudar a su gobierno en el reparto de la Cartilla moral, participar en programas como Jóvenes Construyendo el Futuro y operar centros a los que lleguen apoyos sociales en comunidades apartadas.

Los “riesgos” de esta alianza, según los especialistas, es la imposición de una agenda religiosa en la que se censuren los derechos sexuales y reproductivos, se exterminen años de lucha por los derechos de las mujeres y los avances de la ciencia, se intente imponer una concepción tradicional y única de la familia, y se regrese a “una noción antigua” del rol de la mujer.

Estas decisiones han sido criticadas por algunos partidos políticos de oposición, que incluso han promovido recursos legales y han acusado a López Obrador de actuar en contra de los principios de Benito Juárez, el presidente que en el siglo XIX estableció la separación entre la Iglesia y el Estado y a quien el actual mandatario frecuentemente dice admirar.

¿Cómo está violando AMLO la separación Iglesia – Estado?

Cuando López Obrador asume un papel cuasi sacerdotal, refiriéndose continuamente a enseñanzas religiosas

Cuando confunde su papel como servidor público con el de un ministro de culto

Cuando invita a sacerdotes y pastores a participar en, en actos oficiales

Cuando pretende predicar y moralizar desde una perspectiva religiosa particular (la cristiana) al conjunto de la población

Cuando invita a ministros de culto a distribuir una cartilla moral (además aderezada con elementos religiosos), como si fueran agentes de gobierno

Cuando acepta que líderes religiosos entablen diálogos y acuerdos con miembros del crimen organizado

Cuando preside ceremonias oficiales con contenidos y símbolos religiosos

Cuando acepta, como presidente de la República, ser ungido y consagrado por supuestos o reales representantes de los pueblos originarios, en todos estos casos rompe abierta y descaradamente el principio histórico de separación.

Esta mezcla entre religión y política es una “traición a la laicidad” del Estado mexicano construida a lo largo de más de 160 años: desde la Constitución de 1857 y las leyes juaristas de Reforma, promulgadas entre 1859 y 1860, hasta el actual artículo 130 constitucional y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, aprobada en 1992.

¿Consecuencias?

Para Bernardo, el que López Obrador esté cerca de ciertas agrupaciones, en particular, de las evangélicas, y les pida ayuda en la ejecución de acciones de su gobierno, como el reparto de la Cartilla moral o la promoción de programas sociales, no solamente es contrario al principio de laicidad plasmado en la Constitución mexicana, sino que puede tener mayores consecuencias a largo plazo.

En concreto, estos hechos pueden favorecer que grupos conservadores busquen imponer su agenda en políticas públicas y, a su vez, llevar a conflictos entre ellos y sectores progresistas.

Una situación de conflicto, por ejemplo, podría darse si las iglesias intentaran imponer restricciones en materia de género, un tema que ha atraído la atención nacional en los últimos años, en los que se han hecho decenas de protestas encabezadas por mujeres que exigen un alto a la violencia en su contra y respeto a sus derechos.

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