¿Qué huella dejarás cuando te hayas ido?
¿De qué manera crees que serás recordado?
México
Ser recordados es una forma de no morir del todo, y nos preguntamos cómo nos recordarán los que nos hayan conocido luego que hayamos muerto, cuando quizá realmente debamos preguntarnos ¿Cuál es el impacto que con mi vida he causado en la vida de los demás? ¿Qué huella queremos dejar de nuestro paso por la vida? Mario Guerra, tanatólogo, conferencista y business coach, nos habla hoy el tema.
¿A qué nos referimos con la “huella”?
Pensemos en ella como un legado. Es lo que dejamos luego de haber muerto. Como una herencia que puede ser: genética, personal o social.
¿Ser recordados es lo más importante?
Por supuesto que si alguien nos recuerda puede contar lo que sepa (a veces hasta lo que no sabe) acerca de nosotros y nuestra historia, pero lo que acabará por contar es su visión, más que la nuestra o la realidad objetiva. Aun así ser recordados es una forma de que sigamos presentes en la vida aún al haber muerto. Es como un no morir del todo; para bien o para mal. Pero no ser recordados o haber sido ya olvidados no significa que nuestro legado o nuestras huellas queden borradas en el tiempo. El impacto de nuestra vida en otros son esas huellas que perduran más allá del recuerdo y que no es sencillo ver.
Las huellas que no vemos
No te preguntes tanto “quién me recordará” o incluso “cómo me recordará”, sino “¿Cuál es el impacto que mi actuar, mi actitud, mis palabras, mis creencias y pensamiento tendrá en la vida de otros?”
¿Son mis huellas mi responsabilidad?
Somos el resultado no sólo de nuestras decisiones, sino además del legado de muchas generaciones que nos preceden.
Eres responsable de las huellas que dejas, pero no eres “el responsable” de dejar huellas.
Cuidar las huellas que se dejan aun así es una parte de ser persona y no sólo ser humano. Es parte de querer el bien para este mundo y esta sociedad en la que, bien o mal, hemos vivido.
¿Qué huellas estoy dejando ahora mismo?
Pregúntate no sólo cómo te sientes en este momento de tu vida, sino cómo deben sentirse las personas que se topan contigo sintiéndote así y con las acciones y actitudes que de eso deriven. ¿Qué siembras? Desesperanza, odio, apatía, miedo, debilidad, resentimiento.
¿Qué hago si el legado que estoy dejando no es lo que quiero dejar?
Toma conciencia: Del camino que estabas tomando. No todo en él ha sido malo, pero hay cosas que podrías modificar.
Reconoce tus errores y faltas: No sólo para ti, sino ante otros. No hay vergüenza en decir “Yo solía creer esto, pero ahora lo he cuestionado y este es mi nuevo pensar”.
Corrige formas y actitudes: No basta con hacer conciencia y reconocer. El cambio en conductas y actitudes es lo que hará realmente una diferencia.
Pide perdón y perdona: Esto es necesario para remover las piedras de la tierra y prepararla para que crezca lo que siembres.
Aprende a dejar ir: Deja de resistirte a lo inevitable o lo incambiable. Al hacerlo siembras resignación pasiva y resentimiento tóxico.
Agradece: Esto hazlo como un hábito. La gratitud nos muestra un mejor camino hacia el futuro y este sí es un buen legado que puedes dejar para cuando te hayas ido.