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  • 25 ABR 2024, Actualizado 13:45

¿Por qué perder nos duele tanto?

Mario Guerra, el rockstar del amor, afirma que dejar de tener a nuestro lado algo o a alguien que valoramos

México

Desde la infancia aprendimos a formar vínculos con figuras significativas; no tanto por amor, sino para sobrevivir.

Vínculo+ausencia = Conductas de apego

Llamar al ausente para que vuelva (conductas señalizadoras)

Llanto, enojo, reproche, “berrinche” o “castigos al ausente” (conductas aversivas).

Búsqueda incesante de lo ausente (conductas activas)

No es tanto por el otro que se ha ido, sino por nosotros que nos hemos quedado con su ausencia.

Hoy nos importa más el infierno de la separación, que la celestial posibilidad de una reunión en el futuro.

También lo que la cultura nos enseña acerca de las pérdidas y la muerte tiene una gran influencia.

¿Qué pérdida duele más?

Toda pérdida es importante, cuando es importante para el que ha perdido.

Por eso, como las pérdidas tienen un componente de validación social muy importante (de ahí el luto como señal de duelo), si una persona siente que “ya debería haber superado el duelo”, pero aún se siente triste o con añoranza, acabará o por aislarse, por ya no contar o por sentirse más “extraña” o patologizará su proceso.

Quizá la pregunta correcta es “¿A quién le duele más la pérdida?”

Personas excesivamente dependientes del ausente.

Emocional o prácticamente.

Personas con baja resiliencia.

Que no han desarrollado recursos internos suficientes para afrontar hechos graves de la vida.

Capacidad para simbolizar.

Necesidad de presencia física.

Pensamiento blanco-negro.

Pasaron de la gloria al infierno

Rigidez e inflexibilidad cognitiva.

Hacen de su tristeza rumiación.

Pesimismo y desesperanza hacia el futuro.

Provoca sentimientos de indefensión e impotencia.

Quien se resiste a aceptar la pérdida.

Genera resentimiento.

Personas que, previo a la pérdida, padecieran ansiedad o depresión.

Relaciones ambivalentes con lo perdido, porque generan culpa. (relaciones del tipo amor-odio).

¿Las pérdidas se superan?

Se supera la parte aguda del dolor de haber perdido, pero uno aprende a vivir con sus pérdidas, porque nunca se van de la memoria.

Sería un error decirle a alguien “ya no pienses en eso”. Es imposible, aunque tampoco habría que pensar en “eso” todo el tiempo durante el resto de la vida.

Es natural tener sentimientos agudos tras la pérdida, pero tampoco habría que abandonarse al río de las emociones como la tristeza o el enojo.

¿Por qué queremos evitar la tristeza?

La de los demás, porque no sabemos que hacer con ella y nos apresuramos a tratar de “animar” (quizá nos recuerda nuestra propia vulnerabilidad).

La propia por que duele, pero tiene funciones muy importantes ante la pérdida:

Recolectamos nuestra atención hacia el interior.

Lo que facilita reconocer la realidad de la pérdida, reflexionar y construir una narrativa personal de lo ocurrido.

Muestra a los demás cómo nos sentimos.

Que estamos en dolor, que nuestra mente está “en otra parte” y que necesitamos de su cuidado y empatía, especialmente en las primeras semanas tras la pérdida.

¿Qué diferencia hay entre pérdida y duelo?

Pérdida es lo que te pasa cuando algo querido se va de tu lado para siempre.

Dolor es lo que sientes en consecuencia de haber perdido.

Duelo es lo que haces para poder asimilar la pérdida.

¿Qué sabemos hoy del Duelo?

Que es autolimitado en el tiempo.

A partir de los 6 meses se debe percibir una disminución de la fase aguda.

Un proceso de duelo normal, en donde la pérdida se integra como una parte de la vida y a lo ausente se le recoloca en un lugar simbólico, va normalmente de 1 a 2 años.

Sin embargo, hay un estudio que señala que las madres que han perdido hijos pequeños pueden experimentar proceso de duelo evidentes que van hasta los 10 años.

Lo que no implica que pasen este tiempo en la fase aguda.

Que el dolor se presenta como en “oleadas”

Y que es perfectamente normal tener episodios de alegría en ese proceso, lo cual a la gente le genera mucha culpa porque piensan que “si no sufro, es que no lo quise”.

Que no todo el mundo que no “sufre lo suficiente” está negando o enmascarando algo, al igual que no todo el que llora más, amaba más lo perdido.

Que el 60% de las personas que han tenido pérdidas significativas alcanza eventualmente un nivel alto de satisfacción en su vida.

Sin la intervención de ningún especialista.

Que no consta de fases

Los modelos de fases han hecho más mal que bien.

Que, contrario a lo que señala hoy el Manual DSM-V, no es normalmente una patología, no requiere comúnmente de antidepresivos y menos, como lo señala dicho manual, después de dos semanas de la pérdida.

¿Qué podemos hacer ante una pérdida significativa?

No te apresures a evitar el dolor.

Pero no te abandones constantemente a él como si nada pudieras hacer. Entra en “modo de supervivencia” y hazte cargo de lo esencial de tu vida como comer, bañarte y tus tareas cotidianas más básicas.

No te aisles, pero rodéate de personas que empaticen con tu estado de ánimo, por cambiante que este sea.

Alejate o trata de entender a los que quieren animarte a toda costa o a quien te quiere decir cómo debes llevar tu duelo.

No corras a buscar la ayuda de un “tanatólogo” sólo porque alguien te dijo que lo hicieras, al menos no de inmediato, pero busca ayuda si:

Han pasado 6 meses y no puedes recuperar un nivel de autonomía y autocuidados cercanos a los que tenías antes de la pérdida.

Tienes pensamientos suicidas.

Presentas episodios extremos de ansiedad, inquietud y angustia, especialmente si antes nunca los tuviste.

La muerte fue repentina, violenta o inexplicable y tienes pesadillas, pensamientos intrusivos (recurrentes e inevitables) o guardas gran rencor o deseos de venganza (aunque tú le llames justicia).

Sientes que no avanzas y que cada día estás peor.

Especialmente la búsqueda obsesiva del ausente, a sabiendas que de ya ha muerto o emociones incontrolables que antes de la pérdida nunca habías experimentado.

Recuerda que nada de lo que hagas te va a devolver a tu ser amado, que es normal sentirse triste o enojado y que, aunque hoy no lo puedas ver, acabarás por aprender a vivir con esto.

La persona ya no está, pero la relación no se ha ido, así que cambia tu relación física por una más espiritual o simbólica con quien se ha marchado.

Extraño tu presencia, pero lo que hoy tú eres para mí, poco a poco me alcanzará para aprender a estar bien.

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