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  • 29 MAR 2024, Actualizado 10:56

CON MARTHA DEBAYLE

CON MARTHA DEBAYLE. ¿Tronaste y ahora te arrepientes?

¿Esto es señal de que deben volver? ¿Significa algo que sientas que te arrepientes?

¿Tronaste y ahora te arrepientes?

¿Tronaste y ahora te arrepientes? / Getty Images

Mexico City

Mario Guerra, tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta. 

A veces, cuando decidimos que una relación ya no nos hace bien, tomamos la decisión de ya terminarla. No pocas veces, cuando esto pasa, acabamos por arrepentirnos porque empezamos a extrañar mucho a la otra persona ¿Es esto señal de que deben volver? ¿Significa algo que sientas que te arrepientes?

Es comprensible (hasta cierto punto)…

Haber terminado una relación y tiempo después “recapacitar” creyendo que fue el peor error de nuestra vida y entonces surge el impulso de querer volver con la persona que todavía se dice que se ama.

¿Por qué pasa todo esto?

Tres formas de acabar una relación

De común acuerdo.

Es quizá la forma menos común, pero sería la más madura.

En general acabar una relación así suele ser de manera relativamente pacífica, aunque de todos modos hay dolor y añoranza.

Eventualmente se experimenta cierta liberación.

Te dijeron “gracias por participar”

Porque se acabó el amor, porque te cacharon en algo, porque el otro nada más no pudo contigo o a lo mejor ni te dijeron nada y te hicieron ghosting.

Aquí pulula el fantasma del rechazo, la sensación de pérdida de control y, por consecuencia, la humillación y/o la culpa por haber sido “desechado” por alguien más.

En este caso, o te pierdes en los “por qué” o reaccionas de manera maníaca volteando todo el amor que tenías al otro ahora en un supuesto odio.

Cuando odias al otro y hablas mal de él, en realidad lo que tratas de hacer es denigrarlo para:

Que su rechazo no tenga valor.

Que sientas que no perdiste tanto.

Sientas que el otro está al nivel que te sientes tú por lo que pasó.

Tú decidiste que era mejor terminar.

Esto puede ser el resultado de:

Un impulso.

Le cachaste en algo gordo, te lleno el costal de piedras o tuvieron un (otro) pleito endemoniado.

En este caso pudiste haberle exhibido, hecho un zafarrancho o le arrojaste sus cosas a la calle.

La incapacidad de volver a confiar en el otro.

A lo mejor pasó algo, pero por más que quieres, nomás ya no hay confianza y entonces hasta podríamos decir que así, se acabó el amor.

Un proceso reflexivo.

Lo estuviste pensando, considerando y evaluando.

Buscaste la ayuda necesaria.

Tuviste conversaciones con tu pareja (de haber sido posible esto).

Y resulta que luego de ver que nada de lo anterior surtió un efecto positivo, con todo el dolor de tu corazón dijiste “hasta aquí”.

¿Por qué si yo decidí terminar y sé que es lo mejor para mí, me duele tanto?

Porque nadie empieza una relación con miras a terminarla.

Aunque sí sería sano considerar que eso siempre entra en las posibilidades.

Duele porque, muy probablemente, no todo fue malo.

Al menos al inicio, pero muy probablemente en muchos otros momentos de la relación.

Duele porque no deja de ser una pérdida.

De la relación en sí misma.

La convivencia, las conversaciones, lo cotidiano.

Del futuro (con lo que te imaginaste que sería).

De tu estatus de ser o tener pareja y la sensación que eso te provocaba.

Ya entendí por qué duele, pero ¿por qué le extraño todavía?

Porque es normal, ya que estuvieron juntos.

Sólo se extraña lo que se ha tenido (en la realidad o la fantasía).

Porque creas una memoria selectiva.

Te enfocas más en recordar los buenos momentos (o los no tan malos) y entonces haces parecer que la relación era maravillosa.

Entonces crees que eres un imbécil porque sólo así se explica cómo pudiste haber dejado semejante mina de amor nomás para acabar quedándote en soledad.

Pero cuidado:

Ya desde hace años lo dijimos “el que extrañes a alguien, no significa que debas regresar con ese alguien”.

Tu crees que el universo te trae a esa persona o a esa relación a la memoria porque lo que te quiere decir es que regreses, pero cabe la posibilidad de que, si verdaderamente el universo se ocupara de ti, quizá te lo esté trayendo a la memoria justo para lo opuesto.

¿De qué te acuerdas más? Del último arcoiris que viste o la última vez que te pasó algo desagradable.

Si viste ayer un arcoiris “el chiste se cuenta solo”, pero si no, es muy probable que, aún después de años, recuerdes un sitio donde ocurrió un accidente o donde te sentiste en peligro.

La memoria recuerda con mayor precisión los eventos traumáticos justo para que no volvamos a tropezar con la misma piedra.

A lo que te puede arrastrar todo esto:

Relaciones intermitentes.

Como extrañas vuelves; como siguen fatal te vas; como vuelves a extrañar, vuelves a volver; como siguen igual te vuelves a ir… ¿captas?

A veces lo que extrañan es el sexo, los abrazos, las comidas juntos, las conversaciones… pero no necesariamente a la relación completa o a la persona en sí misma.

Relaciones de rebote.

Si lo tuyo es alguna forma de codependencia, o de plano acabaste muy ardido, es probable que alguien pague los platos rotos y ese alguien será la persona con la que salgas nada más para no sentir tan feo o para “sacarte la espina” que, según tú, el otro te clavó.

Detener tu crecimiento personal.

Te pierdes en la búsqueda del amor o de rescate de eso que tú dices que es amor.

Hacer esto te acerca a una alta probabilidad de que abandones todo lo demás de tu vida o, peor aún, te acabes por abandonar a ti mismo.

Aislamiento y depresión.

Ya cuando lo has perdido todo, y sientes que no merece la pena ni siquiera rescatarte a ti, pues cualquier cosa se puede esperar.

Es muy probable que ya nada te importe, te aisles de familia y amigos y vivas de puro recuerdo fantasioso.

Lo malo es que, ya en la soledad, luego salen todos los recuerdos amargos y ahora, como ya no tienes nuevas experiencias significativas o la contención de personas que te quieren, con qué les vas a hacer frente.

Será como una plaga de cucarachas que invada tu mente sin ninguna resistencia.

Señales de alarma: lo que ya no es tan normal.

Sentir que no se puede vivir sin el otro.

Esta es una muy mala señal.

La realidad es que sí puedes vivir sin todo el mundo, de ser necesario, pero como crees que no, es muy probable que acabes por no vivir tu propia vida.

Estados de ansiedad, desesperanza o indefensión extrema.

Tu salud mental puede verse seriamente afectada.

Esto podría hablarnos de que hay algo atorado con tu infancia y que estás proyectando o desplazando tus fantasías de indefensión y abandono infantiles en tus relaciones románticas, por ejemplo.

Alteración y abandono de cuidados básicos personales.

Ya cuando qué más te da que te arregles, que salgas, que te ejercites o que te alimentes bien, seguro acabarás convirtiéndote en el señor o la señora de los gatos.

Y no porque hayas decidido volverte activista de animales o que tengas un par como mascota; todo esto es perfectamente normal mientras no renuncies a tus otras relaciones con otros humanos.

Agresión o autoagresión.

Esta ya es muy, muy, muy mala señal.

Puede ser agresión pasiva, como ya dije (abandonarte) o activa (como lesionarte) y eso ya requiere la intervención de un especialista de la salud mental; preferentemente un psiquiatra.

Tampoco es sano, obviamente, querer cobrar venganza sobre tu ahora ex o, mucho peor, contra su nueva pareja si es que la tiene.

¿Qué se puede hacer?

Dale tiempo al tiempo.

Resiste el impulso de buscarle, espiarle o regresar. Deja que pase un tiempo razonable antes de tomar una decisión precipitada o por el mero impulso al que te mueve la ausencia.

Ayúdate de amigos o busca ayuda profesional si sientes que estás en riesgo de recaída.

Cuidado con la idealización.

Ya dije que los recuerdos selectivos te hacen recordar una relación parcial y no la relación como fue en realidad. Haz un balance objetivo; preferentemente escribe lo que extrañas y lo que te lastimaba o no extrañas tanto.

Ocúpate de ti, piensa más en ti e invierte más en ti.

Lo peor sería que tanto tú como tu ex estuvieran haciendo exactamente lo mismo en este momento; es decir, tú pensando en él y él pensando en él.

Es hora de dedicar más tiempo a atenderte y a crecer como persona.

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