Tras los pasos de ‘Emilia Pérez’
En ‘Emilia Pérez’ aunque inicia con la vista del WTC de la ciudad de México, las primeras notas de la música de Clément Ducol nos indican estamos en una historia dramática, trágica, sin mucha escapatoria. Es el mundo de la gente pequeña.

Emilia Pérez. ¿Por qué ha causado tanta polémica?
El cine es empatía. Eso lo supo bien Chaplin cuando clavó dos tenedores en un par de panecillos y los puso a bailar can-can en su plato. ‘Emilia Pérez’ es lo mismo. Un filme que el realizador toma elementos que a golpe de vista parecerían no tener que ver y al soprendernos, entretenernos y descubrir al mismo tiempo que hace unos minutos ese acto no existía ante nuestros ojos, comenzamos a pensar, sentir y recordar.
Todos hemos estado en una mesa donde los comensales tienen hambre, como todos hemos caminado ciudades en las que el existir parece un sueño y no un conjunto de realidades frías. En ‘Emilia Pérez’ aunque inicia con la vista del WTC de la ciudad de México, las primeras notas de la música de Clément Ducol nos indican estamos en una historia dramática, trágica, sin mucha escapatoria. Es el mundo de la gente pequeña.
Conocemos a Rita Mora Castro (Zoe Saldaña) y el carisma de esta abogada nos interesa a ser sus aliados; pero… su caso es corrupto y ella es parte de esa corrupción. Esta joven con carisma y belleza, baila alrededor de personas que huyen de la miseria de sus vidas y que quieren sacar el cuello de toda esta mierda. Pero aún así hay el atisbo de conciencia. La licenciada no está cómoda haciendo que su cliente empresario de salga con la silla y una mujer presa de la violencia machista sea olvidada.
Rita es parte del problema y lo sabe. Y ahi en ese momento donde ya no hay nada que perder y en sí todo el existir a la vez, llega la oferta para trabajar con el narco más temido del país. “El Manitas” (Karla Sofía Gascón) es un dios del infierno que le llama a esta mujer para que le ayude a cambiar su sexo -sueño de toda la vida dice él- y así darle carpetazo a su vida anterior para empezar de nuevo, sólo que en tacones.
“Manitas” no es claro si quiere dejar la vida del crimen. Él solo quiere abrazar su naturaleza de Ella que dice siempre ha tenido. El peso de sus crímenes como narco recae en él y su urgencia va más en pos de la búsqueda de su propia felicidad que de darle borrón y cuenta nueva a su vida y optar por el bien.
En una especie inversa del paradigma del héroe mitológico que busca bajar el fuego para compartirlo a los hombres. “Manitas” piensa en sólo su futuro. Incluso, dejar a su esposa y a sus dos hijos pequeños es un sacrificio que no le pone en problemas.
Para Rita la decisión es firmar el contrarto con Mefistófeles; pero su urgencia de tener libertad, sacudirse las miradas hacia ella como mujer latina por tener hijos y casarse, o ya no dependender de jefes mediocres, la lleva al darle sí a “Manitas”.
El resto es la conscuencia de estas decisiones. “Manitas” deja de ser para nacer como Emilia Pérez (Karla Sofía Gascón). Rita sin saberlo, renace como una mujer facilitadora con la vida económica resuelta. Ya podrá ser sofisticada para tener casa en Europa y cenas con amigos para allá.
Y sin embargo ni Emilia ni Rita piensan que su transformación de vidas ha sido completa. Y aquí es donde el guión y dirección de Jaques Audiard tiene su primer golpe en la mesa: sólo surgir de uno mismo y tener empatía por el otro se puede cambiar a uno mismo y por ende al mundo. El premio final es averiguar qué es lo que estabas destinado a dar y no lo has hecho.
Aquí hago una pausa. ‘Emilia Pérez´es un universo arquetípico, usando los mismos personajes que se han usado por dos décadas para contar un melodrama de narcotráfico en telenovelas, corridos y películas. El narco, su esposa rica, los representantes de la ley coludidos, los secuaces matones, las víctimas… los amantes y las casas de seguridad. Todo está ahí.
Pero la historia es sobre cómo alguien amanece no agusto en su piel y ya sea metafórica o realmente como el caso de “Manitas”, uno decide despertar distinto. Audiard coloca en sus personajes preguntas interesantes como: “¿qué tanto tu escencia prevalece cuando has cambiado de forma de vivir, trabajo, locación, ideales… sueños?”
Si Al Pacino hizo memorable su frase como el mafioso Michael Corloene de: “Justo cuando estaba afuera me vuelven a jalar dentro” en ‘Emilia Pérez’ su personaje central es tan siglo
XXI que podemos ver cómo dentro de ella es su YO el que le dice debe regresar a la violencia.
Pero la compasión de Audiard hace que no todo quede en instinto. La rabia de Emilia Pérez tuvo que que ser antecedida por el amor desbordado hacia sus hijos que ya perdió y en ese caminar ver por primera vez a una mujer que perdió a sus hijos por un criminal como “Manitas”. Ese desdoblamiento del filme permite al personaje trágico tener por semanas una misión: ayudar.
Emilia Pérez era el faro que “Manitas” quería volverse físicamente; pero nunca sospechó que tras nuevos ojos, nuevas verdades y nuevas causas su idea de existir plenamente cambiaría. De ahí la primer ironía del filme.
El deseo es una de las fuerzas que mueve a los 4 personajes centrales femeninos donde Selena Gómez es la esposa Jessi de “Manitas” y Adriana Paz es la amante de Pérez, Epifanía, que representa a las víctimas de la violencia. A todas les falta algo con urgencia y todas son valientes para luchar por ello.
Cuando la segunda ironía detona hacia el final -misma que el espectador tendrá que descubrir- está claro que ‘Emilia Pérez’ es una tragedia. Epifanía es el ciudadano inocente que encuentra en alguien que haga las cosas distinto al descarado gobierno, empresarios y narco, una esperanza para hacer hogar. A veces se elige bien a veces no; pero el personaje de Paz es quien trae el amor puro y al que los villanos se le inclinan.
Rita, Emilia Pérez y Jessi tendrán que recibir ese jalón del destino que las ubique con las consecuencias de sus decisiones tomadas aún antes que inciara la película frente a nosotros. Epifania le toca el recuento de daños con medias verdades, sabiendo que hacer comunidad en el amor es lo mejor que se puede hacer en las calles del país que cada día quiere su amanecer distinto y la violencia sigue diciendo tal vez sí… tal vez no regresaras a casa.
La dualidad de Emilia Pérez es la metáfora poderosa. El reconocer esos clarouscuros en las calles latinoamericanas. El reconocer a quienes quieren las cosas cambien. El saber que aún cuando la música y las canciones pueden ponernos en una estado mental que nos libera, sólo es reflejo del poco poder que tiene el individuo de a pie para cambiar el status quo. Afuera lo gris y duro no deja bailar, caminar ni ponerse de a pie.
Audiard hace un filme reflexivo de principio a fin. El aspaviento de sus personajes es la respuesta de una pantalla gigante que exige que estas emociones existenciales, de vida, muerte y rebeldía ante la violencia del narco y machismo casero, deba mostrarse en baile y canto. La canción “Para” es una oda a la solidaridad diciendo cada quien en su flanco:”¡Aquí estamos!”
Aún así, ‘Emilia Pérez’ es sobria y cuidadosa. Cada nota escrita por Camillle y su esposo Ducol, es pronunciada muchas veces en susurros y murmullos. La luz está centrada en cada mujer; porque es la manera en que Audiard le da poder a cada personaje rodeado de sombras donde se atreven a tomar decisiones trascendentales.
Lo épico de ‘Emilia Pérez’ es que al cambiar cada quien, impacta a su comunidad, país y mundo. Y eso es el antídoto para llevarnos a casa. Sentir el sinsabor de la imposibilidad del cambio. Enojarnos. Hacer algo.
Llorar a nuestros muertos. Saber que la vida no necesita a personas que ofrezcan respuetas a media tinta. Dejar bien marcado el paso. Quemar la pantalla. Como ‘Emilia Pérez’. Y ya.