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  • 23 NOV 2024, Actualizado 13:36

CON MARTHA DEBAYLE

Contando historias: Dolores del Rio parte II

Si amaron la vida y obra de Dolores del Rio, aquí les traemos la segunda parte de esta entrega

Contando historias: Dolores del Rio parte II

Contando historias: Dolores del Rio parte II

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Ciudad de México

En cabina con Sergio Almazán, Periodista y escritor. Autor de libro: “Acuérdate, María” (TW:@salmazan71).

Decir Dolores del Rio es referirnos al rostro sublime que el cine mexicano dio para el mundo. Poseedora de una elegancia y belleza personal que la convierte en el retrato ideal de la mujer mexicana. Arquetipo insuperable que se exhibe con sutil provocación que casi parece un símbolo indígena digno de exportación. Fantasía cinematográfica camaleónica, al que lo urbano y marginal encuentra su mejor exponente.

1904: Nace Dolores Asúnsolo

En una casa con macetas de la calle de Seminario 28 (actualmente calle Hidalgo 311) en la ciudad de Durango nació en la habitación de fondo de la casa familiar Dolores Asúnsolo López-Negrete, hija de Antonia López-Negrete López-Negrete y Jesús Asúnsolo Jacques –una de esas pudientes familias de posición social y económica del norte del país–.

Tal como afirmaba la actriz Dolores del Río: “viví mi infancia en una casa tradicional de Durango, en cuyo patio abundaban las macetas” Ahí aprendió a convivir con la naturaleza y ser la consentida por las familias por ser hija única.

Su infancia transcurre entre esa casona familiar tan llena de flores y plantas y los albores de un movimiento armado: la revolución mexicana.

Una mañana de 1910, cuando apenas Dolores tenía seis años de edad, su madre doña Antonia, la despertó y arreglo modestamente, de prisa, su padre le plantó un beso en la mejilla y salió sigiloso de casa.

Partió a los Estados Unidos. Dolores y su madre tomaron el tren para irse a la ciudad de México. La razón de aquella salida intempestiva de Durango era porque Francisco Villa había jurado matar al violador de su hermana Martina, hecho que tuvo lugar en las haciendas de la familia López-Negrete.

Al llegar a la ciudad de México, Antonia y Dolores fueron a ver al primo de su madre: Francisco I Madero, quién les ayudó para instalarse cerca de su casa, así Dolores y su madre rentarían una casa en las calles de Berlín 8 colonia Juárez. Y no sería sino dos años más tarde, en 1912 cuando volvieron a reunirse los padres de Dolores del Rio.

Entre algodones: La tragedia que la llevó al cine

Después de casi dos años de estar por Europa, volvería el matrimonio Martínez Del Río-López-Negrete a la escena nacional, ofreciendo en siembre de 1922 una posada para anunciar su regreso al país.

Y a los pocos meses, tuvieron que viajar para radicar en el rancho algodonero de La Cruces de la Hacienda Santa Catalina del Álamo, en Durango propiedad de los Martínez del Río; ya que la huelga del Algodón de 1923 en México había provocado un serio problema en la producción, distribución y venta.

Por lo que en marzo de 1924 la familia Martínez del Río perdieron todo por esa huelga, por lo que Dolores, tuvo que vender sus joyas, deshacerse de las alhajas y lujos para poder rescatar la hacienda.

Tras una segunda crisis que Dolores enfrentaría, la primera con tan solo 8 años de edad, cuando su padre tuvo que dejar a la familia, la hacienda e irse a refugiar a los Estados Unidos y 12 años más tarde, la huelga algodonera traía nuevos retos económicos a Dolores la esposa de Jaime Martínez.

En uno de los encuentros de sociedad a los que estaba acostumbrada a asistir, la belleza de Dolores del Río llamó la atención del director de cine estadounidense Edwin Carewe, que quedó impresionado por la personalidad de la joven –a la que calificó como “la Rodolfo Valentino femenina”- y la invitó a interpretar un pequeño papel en la película que estaba dirigiendo por aquellas fechas en Hollywood.

Dolores del Río se lanzó a la aventura americana por curiosidad, casi como un capricho sin futuro, pero a partir de aquella primera película comenzó a recibir ofertas de trabajo.

Debutó en 1925 en ‘La muñequita millonaria’, que dirigía Edwin Carewe.

1928: El éxito sabe a hiel

Dolores del Río tras sus primeros años en Nueva York en 1927 vendría uno de los años más importantes de su carrera en Hollywood, filmaría ese año tres cintas: Resurrección, Los amores de Carme y La ceguera del oro.

Vendría una cuarta cinta, pero Dolores decidió tomar un descanso en Hawai al lado de su esposo Jaime, la cosas no andaban bien en su salud y en su matrimonio.

Y tras ese descanso, se separó de Jaime.

En medio de la filmación de Ramona presentaría su demanda de divorcio y se llevaría a su madre a vivir a su lado.

Tras varios rumores de engaño amoroso por parte de Dolores del Río con Carewe; el 28 de abril de 1928 presenta en Sonora, Dolores del Río la demanda de divorcio por incompatibilidad de caracteres y de carrera artística.

Finalmente, tras meses de escándalos, cancelación de contratos de filmes para Dolores del Río, el 8 de junio de 1928 se da el divorcio y se le otorga a Dolores el uso del nombre artístico.

En septiembre de 1928 Jaime Martínez del Río es hospitalizado en España víctima de un envenenamiento en la sangre.

Al poco tiempo y tras varios estudios se supo que tenía un tumor en el cerebro que le provocó la muerte el 7 de diciembre de 1928

Muere Jaime Martínez del Río amando profundamente a Dolores del Río como lo expresaba su hermano que estuvo en el momento de su muerte y dijo que el último nombre que pronunció fue el de Dolores, su gran amor.

1983: Adiós a Dolores del Río

Desde la década de los 60 Dolores comenzó a experimentar complicaciones con la artritis.

En 1978, le es diagnosticada osteomielitis.

En 1981 se le diagnostica Hepatitis B como consecuencia de una inyección de vitaminas contaminada.

Hacia el año de 1983 comenzó a experimentar problemas de salud y es trasladada a la ciudad de Newport Beach, California, donde muere un 11 de abril de 1983 la edad de 78 años.

Su muerte le permite dar el paso consagratorio en la historia de la cinematografía. Un día después de que sus cenizas llegaran a México fueron trasladadas a la Estancia Infantil que ella había fundado, donde se le rindió un homenaje.

Su memoria se venera en la estancia con un busto colocado en sus instalaciones, como un tributo más a la venerada Dolores.

Originalmente, sus restos fueron depositados en el Panteón de Dolores de la Ciudad de México. Curiosamente, el día de su muerte había recibido una invitación para aparecer en la próxima entrega del premio Oscar de la Academia Americana.

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