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  • 25 ABR 2024, Actualizado 22:00

CON MARTHA DEBAYLE

CON MARTHA DEBAYLE. El arte de la compasión

¿Compasión y lástima es lo mismo? Y por qué nos urge empezar a ser más compasivos con nosotros mismos y con los demás

El arte de la compasión

El arte de la compasión

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Ciudad de México

En cabina con Tony Karam, Presidente y fundador de la Casa Tibet en México. Organizador de las visitas de Su Santidad el XIV Dalai Lama a México. Lic. en Estudios Budistas por la Naropa University, Boulder Colorado. Lic. en Psicología Budista y Occidental por la Naropa University, Boulder Colorado. Tiene Estudios de postgrado en Budismo y civilización Tibetana, Universidad Tribhuvan, Kathmandu Nepal (TW:@Casatibetmexico // tonykaram@casatibet.org.mx // Tel: 55147763).

¿Qué es la compasión?

Es el deseo de que los seres sensibles estén libres de sufrimiento

Debemos llegar a ver la paz mental y la felicidad interna que deriva de ello, al mismo tiempo que reconocemos las carencias que vienen del egoísmo y como éste nos hace actuar de un modo poco virtuoso.

Hay que reflexionar sobre la amabilidad de los otros. Todos y cada uno de los aspectos de nuestro actual bienestar son debidos a un duro trabajo por parte de otros. Por tanto, es importante trabajar para reconocer la dependencia que sufrimos de aquellos por quienes sentimos compasión.

Tras el desarrollo de la empatía y cercanía, el siguiente paso importante para cultivar la compasión es entrar en la verdadera naturaleza del sufrimiento.

El Dalai Lama recomienda cultivar la comprensión de los tres niveles de sufrimiento en nuestra propia experiencia personal y desde ahí desviar el foco de atención a los otros.

«Sólo el desarrollo de la compasión y el entendimiento de otros nos pueden traer la tranquilidad y la felicidad que buscamos».

¿Compasión o lástima?

Según el Diccionario de la Real Academia Española ambos términos tienen gran afinidad. A ambos se les da la acepción de cierto enternecimiento que se experimenta cuando vemos los males que aquejan a otros.

SIN EMBARGO, no es éste el sentimiento al que se refiere el budismo cuando recomienda cultivar la compasión.

Enternecerse ante el dolor de los demás, con todo lo positivo que esta emoción tiene, no es suficiente para alcanzar el alto valor espiritual que el Dharma le concede a esta práctica.

La piedad que los occidentales sentimos, a menudo se expresa de una manera un tanto ofensiva. Es frecuente escuchar el grito de “¡No me compadezcas!″cuando uno de los interlocutores descubre cierto afán de poder o de superioridad expresado por quien se duele de él.

El budismo ha convertido este sentimiento en la actitud más representativa que debe identificar a quienes practican esta tradición espiritual.

Sentir compasión por los demás va más allá de lo que se entiende por lástima, piedad, ternura, congoja o pena. Más bien, quiere decir que reconocemos sus desventuras como nuestras, que nos identificamos con ellos, que nos solidarizamos con sus pesares, que las causas que originan sus dolores también están en nuestro interior; en fin, que como decía Terencio, el gran dramaturgo romano de la antigüedad clásica “soy un hombre y nada de lo humano me es ajeno″.

La verdadera compasión, va acompañada de respeto y hasta de gratitud, porque los lloros ajenos son un regalo que nos da la vida como oportunidad para cultivar la compasión, que es un requisito para acceder a la Iluminación

El cultivo de la compasión

El cultivo de la compasión nos permite regular nuestras emociones para conseguir un mayor bienestar con nosotros mismos y con las personas que nos rodean.

Nos ayuda a ver el sufrimiento de otra manera, como una oportunidad para aprender más sobre nuestras emociones y utilizarlas a nuestro favor, y su puesta en práctica nos conecta con la parte más íntima del otro.

La compasión hace posible que en una situación de conflicto podamos establecer un diálogo y acercar posturas sin dejarnos cegar por nuestras emociones.

La clave está en ampliar las fronteras de la mente e intentar ver a nuestro interlocutor simplemente como otro ser humano, reconocer sus derechos, darnos cuenta de que sufre al igual que nosotros sufrimos, experimenta la misma necesidad de ser feliz, y crear así un puente que hace más fácil el intercambio de opiniones y, por tanto, el mantenimiento de las relaciones.

Estudios realizados en la Universidad de Harvard demostraron que la estimulación de los sentimientos compasivos de las personas eleva sus niveles de inmunoglobulina A, que es un anticuerpo que ayuda a combatir las infecciones respiratorias.

Otras investigaciones realizadas en la Universidad de Michigan revelaron que realizar trabajos de voluntariado con regularidad aumentaba espectacularmente las expectativas de vida de las personas que realizaban este trabajo y probablemente, también aumentaba su vitalidad general.

¿Cómo ser más compasivos?

Trabajar nuestra sensibilidad en relación con nuestro propio malestar, teniendo en cuenta que las propias emociones de amenaza (ira, ansiedad, tristeza) pueden bloquear esa sensibilidad.

Abrirnos emocionalmente y conmovernos por los sentimientos, el malestar y las necesidades de los demás.

Aumentar nuestra capacidad para tolerar el malestar y las emociones, vinculada a la capacidad de «estar con» nuestras propias emociones dolorosas y adversas de uno mismo o las de los demás sin evitarlas ni intentar atenuarlas, pero estando en momento presente.

Desarrollar la empatía, que implica «ponerse en la piel del otro» y desarrollar la capacidad de introspección para entender por qué los otros pueden sentirse o actuar como lo hacen. De este modo aprenderemos a comprendernos mejor y ser más compasivos con nosotros.

Desarrollar el no juzgar, que es una manera de abstenerse de condenar y acusar.

¿Y el amor?

Cuando el amor está presente en nuestra forma de pensar, sentir y actuar en nuestra vida, el equilibrio emocional se hace más accesible y sostenible y, por ende, nuestra capacidad para ser personas compasivas y benevolentes con los demás y con nosotros mismos.

Los seres humanos estamos diseñados para ser compasivos y benevolentes con nosotros y con los demás, a pesar de que en muchas ocasiones nos cueste creerlo. Cuando nos sentamos a meditar y cultivamos la práctica de la compasión hacia nosotros mismos y los demás, descubrimos que esta es una estrategia muy potente para fortalecer nuestra capacidad de crecimiento personal. Ahora bien, esta capacidad no es algo fijo, al contrario: se trata de una habilidad que hay que entrenar para no perderla y poder, incluso, para expandirla

¿Cómo expandir el amor?

Los cimientos: Igualdad

1. Desde su punto de vista, nuestros amigos, enemigos y los seres que nos son indiferentes desean por igual ser felices y no quieren sufrir.

2. Desde mi punto de vista cada uno de ellos ha sido mi amigo innumerables veces desde el tiempo sin principio de la existencia cíclica, y definitivamente me volverán a ayudar en el futuro. Cada uno de ellos ha sido igualmente mi enemigo y cada uno me ha sido indiferente.

3. Por lo tanto, no importa qué lado es el que se considere, el mío o el de los otros, no tiene sentido exagerar los sentimientos de cercanía o de alejamiento.

¿Cómo hacerlo?

Primer paso: Reconocer a los amigos

Segundo paso: Apreciar la bondad

Tercer paso: Retribuir la bondad

Cuarto paso: Amor

Quinto paso: Compasión

Sexto paso: Compromiso total

Séptimo paso: La búsqueda de la iluminación altruista

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