La extraña epidemia de baile que desconcertó a Europa en 1518
En el siglo XVI ocurrió una misteriosa epidemia que cobró la vida de decenas o cientos de personas en Europa
Una de las epidemias más raras que ha visto el mundo fue la plaga de baile en la Europa del siglo XVI.
Esta epidemia de baile quedó asentada en la historia gracias a un documento de mediados de 1518 escrito por el alquimista y médico Paracelso. En este relató un acontecimiento muy extraño ocurrido en la ciudad de Estrasburgo, en ese entonces el Sacro Imperio Romano.
Al parecer una mujer salió a las calles ensimismada en un frenesí de baile. Ella estuvo bailando por minutos, horas y días. Mientras más tiempo transcurría, algunos vecinos se fueron uniendo hasta que decenas de personas acompañaron sus agitaciones.
Ninguno de los contagiados podía parar. El pueblo entero cayó en aquella misteriosa catarsis que cobró la vida de decenas o cientos personas por infartos, derrames, agotamiento, de acuerdo con los relatos. Otros sufrieron lesiones irreversibles.
Los burgueses y concejales pidieron ayuda a los doctores locales y ellos, al parecer, diagnosticaron que la causa de la plaga de baile era un “recalentamiento en la sangre”. Por lo que recomendaron más baile.
La cura a la epidemia de baile
Las autoridades tomaron acción e hicieron preparativos para un baile multitudinario. Habilitaron un mercado de granos para montar una pista, contrataron a flautistas y otros músicos, además dispusieron de hombres que pudieran sostener a los bailarines más cansados.
Desafortunadamente el tratamiento no surtió efecto. Muchas personas bailaron hasta desmayarse o incluso hasta perder la vida.
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Las autoridades, atormentadas con la idea de que se habían equivocado y la epidemia podía tratarse de un asunto divino, hicieron lo contrario prohibiendo el baile y la música en todo el pueblo como penitencia.
Los bailarines fueron llevados a la capilla de San Vito, en Saverne. Se dice que sus pies heridos con sangre fueron calzados por zapatos color rojo.
Paracelso relató que la epidemia se acabó descansando ante la presencia del santo iniciando en julio de aquel 1518 y terminando en septiembre de ese mismo año.
¿Cuál fue la causa de la epidemia de baile?
Actualmente los médicos e historiadores difieren si se trató de una dolencia física o una condición psiquiátrica.
Tal vez la explicación más probable y menos enredada apunte a un episodio de histeria colectiva.
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John Walker escribió el libro “Un Tiempo para Bailar, un Tiempo para Morir: la Extraordinaria Historia de la Epidemia de Baile de 1518”. Él retoma el concepto “ambiente de creencia” para explicar el misterioso hecho.
Las personas actúan de acuerdo a ideas culturalmente prescritas, por ejemplo, en los casos de “posesión espiritual” los individuos actúan como si sus almas hubieran sido tomadas por entes, es decir, hacen lo que los teólogos y escritos afirman sobre los poseídos.
En Estrasburgo la gente pensó que la cólera y venganza de San Vito había provocado la terrible epidemia; por lo que los más devotos y quebradizos anímicamente asumieron que el mismo santo los había castigado con aquel trance irrefrenable.
El autor señala que aquella epidemia de baile surgía vinculada a una sensibilidad social particular marcada por el contexto histórico. A inicios del siglo XVI en la región de Europa Central se vivía una crisis económica acompañada por la carestía, una temporada de pobres cosechas y aumento en los precios de trigo.
Aquellos eran años de conflictos religiosos y sociales derivado de la Reforma Protestante. Además los perseguía la expansión de brutales enfermedades como la peste.
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La miseria, el miedo y la susceptibilidad, señala Walker, corrían entre la gente, por lo que el baile de San Vito se convirtió en una forma en la que se expresaba el sufrimiento psicológico.
Afortunadamente la plaga de baile de 1518 fue la última en su tipo. Walker apunta que la posibilidad de nuevos brotes cayó junto con los sistemas de creencias que los habían sustentado.
Este episodio de la historia acentúa el poder del contexto sociocultural que puede llevar a una colectividad más allá de los límites de la resistencia y subraya los excesos a los que puede ser empujada la mente humana.