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  • 18 ABR 2024, Actualizado 12:39

CON MARTHA DEBAYLE

CON MARTHA DEBAYLE. The dark side del optimismo

Como en todo es bueno tener un equilibrio, les vamos a decir el lado obscuro de las personas que viven con demasiado optimismo

The dark side del optimismo

The dark side del optimismo / Getty Images

Ciudad de México

Enrique Tamés, filósofo, coach certificado y director de proyectos del Florecimiento Humano en el Tecnológico de Monterrey. 

Pareciera que todos buscamos ser optimistas, durante mucho tiempo nos han dicho que es mucho mejor enfrentar el reto de la vida viendo su parte brillante más que su parte oscura. Los que tenemos cierta edad recordamos esa campaña tan exitosa del “Club de los optimistas” donde el punto central era: El optimismo nos va a ayudar a tener una óptica distinta de los problemas de la vida y por tanto resolverlos con mayor facilidad y prontitud, pero antes recordemos lo siguiente:

SOMOS PESIMISTAS POR NATURALEZA: Los seres humanos no estamos diseñados a ser optimistas, a fijarnos en las cuestiones positivas de la vida, en los placeres, en los gustos, en aquello que nos da alegría. Al contrario, lo que nos ha ayudado a sobrevivir como especie a lo largo de miles y miles de años de evolución es exactamente lo contrario: nuestros sentidos y nuestro cerebro están diseñados para detectar todas las amenazas y las cosas malas que tenemos alrededor, que nos ponen en peligro, por eso los seres humanos somos tan buenos para sobrevivir, y por eso también la gran mayoría de los seres humanos no están hechos para ser felices.

SER PESIMISTAS NOS CONVIENE: Para ser optimistas, hay que remar contra la corriente, es decir, contra la naturaleza humana, y contra la mayoría de los seres humanos. Ser precavidos, pintar escenarios catastrofistas, alarmantes, inclusive peligrosos, nos da mayores posibilidades de sobrevivencia y de éxito. Esto lo entienden muy bien los medios de comunicación y los algoritmos de las redes sociales que constantemente nos bombardean, nos atraen la atención y nos mantienen alertas con malas noticias. Y no es que no haya malas noticias, es que para que la humanidad haya llegado hasta donde ha llegado, simplemente tuvieron que haber pasado muchas más cosas buenas que malas.

Los tiempos han cambiado, y muchos seres humanos no tienen que estar atentos a los peligros para su subsistencia en el día a día. Aun así, seguimos programados para las malas noticias y los peligros. Por eso es muy importante que dos cosas:

SER PESIMISTA NO TIENE NADA DE MALO: Sentir que el pesimismo nos gana porque siempre estamos viendo el lado malo de lo que nos sucede, o pensar que siempre nos va a pasar algo malo, aunque no siempre es así, es más, aunque rara vez sea así, es normal, estamos siendo humanos y sólo estamos obedeciendo a nuestra naturaleza.

DEJAR DE SER PESIMISTAS CUESTA MUCHO TRABAJO: Si queremos modificar esta tendencia a ser pesimistas, se necesita de mucho esfuerzo, dedicación, disciplina, tiempo, porque a menos que nos hayamos sacado la lotería cortical, y nos cueste poco trabajo producir hormonas de la felicidad (DOSE), estamos yendo en contra de nuestra naturaleza.

Se publicaron dos investigaciones, una de la Universidad de Melbourne, la otra de la Universidad de Harvard, que van un poco en contra sentido de lo que comúnmente creemos acerca del optimismo y de las personas optimistas.

MELBOURNE:

La Universidad de Melbourne publicó hace unos días en el Internacional Journal of Wellbeing un estudio llamado Cognitive forecasting and its link to life satisfaction que explica algo que hacemos mentalmente todos los seres humanos, todo el tiempo: escenarios de lo que puede pasar para luego tomar decisiones, a esto comúnmente se le llama hacer prospección, o hacer prospectivas.

Además de hacer la predicción, uno también predice su satisfacción de vida en ese escenario, cómo se sentiría, si uno toma una decisión o la otra.

Ante lo que uno elige, los optimistas suelen crear escenarios por encima de las expectativas (mi pareja va a ser lo máximo y me va a ser feliz, mi hijo va a generarme inmensa alegría, el trabajo me va a dar mucho desarrollo y bienestar), porque precisamente son optimistas, mientras que los pesimistas suelen crear escenarios catastróficos, y escogen el menos malo (me caso porque quedarme soltero es peor, tendré hijos para no quedarme solo (a), y aceptaré el trabajo para ganarme algo de dinero y no estar aburrido).

La pregunta que contesta el estudio es la siguiente: ¿cómo afecta los diferentes tipos de prospección el bienestar, o en su defecto, el malestar de las personas? Este estudio que se hizo a más de 570 individuos mostró que las personas que igualaron o superaron las expectativas emocionales de sus predicciones aumentó su bienestar. Ahora bien, las personas que no lograron alcanzar sus pronósticos emocionales incrementaron su malestar, no su bienestar. Las personas optimistas tienden a hacer apuestas emocionales muy altas de las decisiones por su futuro. Así que si no les va como ellos se proyectan emocionalmente, esto disminuye su bienestar, aumenta su malestar. ¿Qué prefieren, ser optimistas, y crear expectativas emocionales altas de lo que les va a pasar con las decisiones importantes de su vida, o prefieren ser pesimistas y crearse expectativas bajas? Dicho de manera clara: los individuos optimistas tienen relaciones más fuertes con los indicadores de malestar, mientras que los menos optimistas tienen relaciones más fuertes con los indicadores de bienestar.

HARVARD:

De la Escuela de Salud Pública de Harvard University se acaba de publicar un estudio donde se encuentra una correlación entre mujeres que son optimistas, y su longevidad de una vida sana. El estudio muestra que hay otros indicadores de peso, de los cuales estamos más que conscientes: llevar una vida activa, la buena alimentación, un propósito en la vida, una vida social rica y positiva. El estudio, que da seguimiento a más de 150,000 mujeres en varias partes del mundo a lo largo de 26 años es contundente: las mujeres optimistas viven 5.4% más tiempo y tienen 10% más posibilidades de vivir más allá de los 90 años.

Parece ser que hay que manejar el optimismo con cuidado, cultivarlo con cuidado, y combinarlo con otros aspectos de la vida para sacarle todos sus beneficios para una vida larga y con sentido.

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