A mi manera: El origen del lápiz

Ciudad de México

Corría el año de 1564 en la región inglesa de Cumberland, cuando al arrancar la raíz de un roble gigante después de una tormenta, encontraron por error una mina de lo que Konrad von Gesner llamaría “antimonio inglés”, que es lo comúnmente conocemos como grafito.

Se les llamaba “marcapiedras” a los trozos de este mineral porque servían para marcar e identificar todo, hasta a las ovejas. Poco a poco, fueron moldeándolo y un día lograron crear una barrita bastante práctica que se envolvía en una cuerda (para evitar manchar los dedos en el agarre) y ésta se desenrollaba según se iba gastando. Exactamente, estamos hablando de los primeros lápices de la historia dignos de Pedro Picapiedra.

Cuando llegó la revolución francesa, el grafito fue sumamente cotizado porque se necesitaba para la fundición de cañones. Esto lo convirtió un mineral estratégico cuya explotación vigilaba el ejército inglés, pero cuando en el siglo XVIII se interrumpieron las relaciones comerciales anglo-francesas tuvieron que sustituirlo por no tener acceso a él.

Pero mientras estos dos peleaban, el francés Nicolas Jacques Conté y el arquitecto austriaco Joseph Hardtmuth, inventaron un híbrido del grafito y la arcilla envuelta en una especie de funda de madera de cedro, por eso los consideramos, los padres del lápiz moderno.

Para el siglo 19, se fabricaban ya lápices de todo tipo y de todos los colores gracias a los tintes de anilina, fue justo por aquellos tiempos que Joseph Priestley descubrió que la savia de hevea o “leche de árbol” servía para eliminar los trazos del grafito, y por eso, ya con gomita rosa incluida, el lápiz se popularizó con gran frustración para los vendedores de plumas de ganso que definitivamente vieron herido de muerte su negocio.

Soy Melissa Mochulske y a propósito del regreso a clases esta fue la historia del origen del lápiz, a mi manera en W Radio.