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  • 29 MAR 2024, Actualizado 09:57

CON MARTHA DEBAYLE

CON MARTHA DEBAYLE. El estafador de Tinder

Confiesen, quién ya vio en Netflix, “El estafador de tinder”

El estafador de Tinder

El estafador de Tinder / Getty Images

Ciudad de México

Mario Guerra, tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta.

¿Qué es lo que estamos viendo en esta historia?

De un lado: Persuasión, manipulación y un sociópata.

Del otro: Es multifactorial, pero podríamos especular que:

Algunas de sus víctimas padecían lo que en algún momento se llamó “El complejo de Cenicienta”. Este complejo sostiene que algunas mujeres siguen buscando a su príncipe encantado. Tienen un deseo inconsciente de ser cuidadas por otros.

Pero es posible que algunas mujeres sean perfectamente normales y sólo hayan caído víctimas de sus más grandes necesidades y sesgos cognitivos que todos podemos padecer.

Vamos más allá…

¿Cómo alguien puede caer en estas tretas?

Hay una gran necesidad.

El deseo de una pareja romántica, o de obtener una ganancia inesperada, nos apaga la capacidad de juicio, haciendo que una víctima potencial sea más vulnerable a la influencia social, a través de distintos sesgos cognitivos combinados con otros elementos.

Los sesgos cognitivos son atajos mentales que evolutivamente han sido útiles porque nos han permitido tomar decisiones de forma más rápida.

Por ejemplo:

Nos gusta lo que se nos parece:

Nos hace tener más confianza en alguien que percibimos es como nosotros, y que comparte nuestros valores y deseos. Las víctimas de Leviev sintieron un «vínculo poderoso» porque él reflejó sus objetivos, deseos y valores como propios. Escuchaba, pero no porque le importara, sino para reflejar lo que sus víctimas querían ver.

Además, no vimos al típico delincuente malencarado, sentado en una habitación oscura, fumando quién sabe qué cosa.

La curiosidad y el deseo de aventura

La curiosidad y el misterio mantienen nuestra atención al máximo. Leviev jugó con esta tendencia cuando creó su personaje como heredero de un magnate de diamantes.

La reciprocidad

Es un sentido psicológico de obligación y norma social que nos hace mucho más propensos a dar cuando ya hemos recibido. Al invitarlas a restaurantes caros y darles regalos, Leviev no solo estableció su credibilidad, sino que también creó una situación en donde sus víctimas le «deberían» más adelante.

El miedo a perder

Como al supuesto novio ya lo tenían, que era lo que estaban buscando, perderlo por la amenaza de sus enemigos era intolerable. Había que ayudarlo, para no perderlo.

El sesgo de confirmación

Tenemos la tendencia a creer más en las cosas que queremos creer. Si aparece la persona más buscada y además nos dice lo que queremos escuchar, ¿por qué habríamos de dudar de su “honestidad”.

La validación social

La prueba de que era amado y aceptado era la ex-esposa y todos los que lo saludaban y conocían en los lugares que frecuentaba.

Si otros lo veían como bueno, es que debía ser bueno.

El factor sorpresa

Esperas que un desconocido te quiera estafar o robar tu dinero, pero te cuesta aceptar que una persona con su perfil, con el que has estado y te ha demostrado interés y afecto, pueda lastimarte así.

Hay un personaje malévolo

Que se preparaba por meses y se esmeraba en ganarse la confianza de sus víctimas, para luego satisfacer sus deseos. Como dijimos, un sociópata.

¿Qué distingue a un sociópata?

Falta de conciencia.

Dificultad para diferenciar el bien del mal desde un punto de vista moral.

Violación y falta de respeto hacia los derechos de los demás.

Sin sentir arrepentimiento cuando hace daño.

Arrogancia y sentido de superioridad.

Frecuentemente son narcisistas.

Falta de empatía.

No está interesado en comprender a los demás, ni en lo que sienten.

Dificultad para tener relaciones sentimentales y/o amistosas.

Sólo se vinculan para obtener un beneficio concreto.

Dificultad para soportar lo que se sale de su control.

Suelen reaccionar de forma impulsiva, generalmente con violencia.

Carácter delictivo.

Robo, agresión, acoso o abuso.

Presencia de trastornos de la conducta desde la adolescencia, incluso antes.

¿Por qué a pesar de que estas historias son nuevas, hay gente que sigue cayendo?

Si bien reconocemos que las personas son vulnerables a la persuasión de los demás, todos sufrimos de un sesgo egoísta y optimista y asumimos que somos menos susceptibles que los demás. Es el famoso “a mí no me va a pasar».

¿Por qué nos llaman la atención esas historias?

Somos seres sociales y nos interesa lo que les sucede a los demás. Es en parte algo empático, pero otra parte para aprender y prevenir . Cuando vemos algo que puede ser potencialmente amenazante, como un choque, un incendio o al estafador, instintivamente queremos saber qué sucedió, para poder determinar nuestro riesgo de un evento similar y, lo que es más importante, aprender cómo evitar que nos pase a nosotros.

¿Por qué lamentablemente mucha gente dice que las mujeres que cayeron en su trampa fueron tontas o se lo merecían por ser ambiciosas?

Todos pensamos en la deuda con la que se quedaron estas mujeres, pero ¿y su estado emocional?

Pusieron expectativas y cerraron sus oportunidades de buscar a otra persona mientras estuvieron con él. Depositaron mucho más que dinero; se vió muy lastimada su confianza, amor y honestidad.

Hay la tendencia a pensar que las víctimas de este tipo de fraude, que involucra aspectos emocionales, tienen “cierto nivel de complicidad” para que la estafa funcione.

Las mujeres estafadas no son tontas, suelen ser personas como tú y como yo que tomamos decisiones basándonos en la realidad que, en este caso, el estafador les había pintado con gran detalle y planeación. Es una forma de abuso.

Cuando estás afuera de una situación así, es como ver una jugada deportiva en cámara lenta varias veces. Todo se te hace muy claro y cuestionas todo.

Cuando estás dentro de la cancha, las cosas van a otra velocidad y cuesta ver con claridad.

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