¿Te gusta sufrir? Cuando la victimez es una estrategia de vida
Cómo son este tipo de personas, cómo se lidia con ellas y si ustedes son así, cómo pueden salir de ese círculo de sufrimiento constante
Ciudad de México
Tere Díaz, psicoterapeuta, especialista en desarrollo personal y terapia de pareja. Su más reciente libro ¿Cómo identificar a un patán? // TW: @tedisen // terediaz.com
Hagamos distinciones.
• De que hay víctimas hay víctimas: personas que sufren un daño particular ya sea de forma fortuita e inesperada o bien como efecto de acciones de otros que ponen en riesgo su integridad física, emocional, mental, social, económica y/o patrimonial. Todos sabemos de casos de abuso sexual, de secuestro, de maltrato, o bien de situaciones de personas afectadas por sismos y huracanes. Pero una cosa es ser víctima y otra –bien distinta- hacerse la “víctima”.
• El victimismo, estrategia de las pseudo víctimas, es la tendencia a posicionarse –consciente o inconscientemente- como una víctima, señalando permanentemente agresiones, tragedias, perjurios, y abusos inexistentes, y culpando equivocadamente al entorno, - al marido, al destino o a Dios - de sus desgracias y zozobras. La “víctima”, en su narrativa cotidiana, y a través de quejas, acusaciones, lamentos y manipulaciones, deforma la realidad, elude la autocrítica, se muestra imposibilitada e incompetente sin asumir responsabilidad ante lo que vive y se regodea en su dolor.
La estructura de carácter “sufridora”
• Existen así estructuras de carácter cuya postura es la de sufriente víctima de las circunstancias de la vida y de la gente. Corresponde a la personalidad auto anuladora del DSM-III. También corresponde a lo que Horney, psicóloga y psicoanalista alemana, llamaba carácter masoquista, en el cual hay una autoimagen pobre, una predisposición a sufrir más de lo necesario, una gran dependencia del amor de los demás, un sentimiento de rechazo crónico y una tendencia a la insatisfacción.
• Con una fijación oral-agresiva, estas personas se muestran frustradas y quejosas. Son intensas en sus sentimientos, pero pasivas en su actuar. Muestran una buena dosis de fragilidad, hipersensibilidad y reserva.
• La deformación cognitiva de los “sufridores” consiste en la búsqueda de amor y atención a través de la intensificación del dolor y del desamparo. En lugar de buscar soluciones prácticas a sus dificultades, son propensos a fantasear acerca de un salvador que los rescate de su infelicidad. Existe también el supuesto de que cuanto mayor sea la necesidad, mayor es el derecho a ser amado, con la consecuente idealización del sufrimiento («cuanto más sufro, más noble soy»).
Aterricemos estos rasgos:
• Autoimagen: Imagen pobre de sí mismos que procuran compensar sintiendo que son distintos y especiales
• Mecanismo de defensa: Introyección. Ante la creencia de no merecer amor ni felicidad por no valer lo suficiente, estas personas tienden a reprocharse y a culpabilizarse a sí mismas
• Postura ante la vida: Insaciabilidad, insatisfacción permanente y pasividad.
• Frases usadas: “¡Ves!, te lo dije, te dije que me ibas a dejar”, “el mundo es un valle de lágrimas”, “hemos venido a sufrir”. Se instalan en el dolor, en la queja de lo que no tuvieron.
• Motivación: Como no están satisfechos con ellos mismos, quieren atraer a un “salvador “.
• Fijación: La melancolía, sienten que nadie los entiende, ni comprenden la profundidad de sus sentimientos.
• Estrategia: Consideran que quejarse es mejor que pedirlo, por tanto, evidencian su necesidad, idealizan e intensifican el sufrimiento. Su lema es “los últimos serán los primeros”.
• Deseo: Sentirse especial. Para compensar la mala imagen que tienen de sí mismos se comportan como “primidona” o al menos como alguien especial.
• Pasión: La envidia debido a su percepción de carencia.
• Carácter: Apasionados, románticos, llanto fácil y risa fácil, intensos, melancólicos, tristes, todo debido a sus carencias. Son quejosos, tono muy lastimero al hablar.
• Cualidad perdida: Capacidad de hacer lo que tienen que hacer con independencia de sus estados de ánimo y de las acciones de rescate de los demás, y es que ante su sensación de ser injustamente tratados caen en la autocomplacencia y falta de responsabilidad ante su vida.
¿Cuál es su estrategia?
Posicionarse como “víctima” abarca un gran espectro de acciones con intensidad, frecuencia y perversidad diferentes. Hay quienes son “corderitos inofensivos” que miran la vida con cierto pesimismo y desazón, mientras otros son verdaderos casos patológicos que exaltan sus desgracias a través de la cultura de la queja, de la culpabilización y de la manipulación.
1) Se quejan permanentemente. La queja sostenida les genera cierto placer pues les da un rol protagónico ante los demás y los hace merecedores de escucha, comprensión y compasión.
2) Deforman la realidad. Su objetivo es acomodar la realidad a la versión pesimista que ellos necesitan.
3) Avientan culpas. Argumentan con detalle la forma en que los demás los quieren perjudicar, lastimar, excluir y maltratar.
4) Se ofenden por cualquier cosa. Por su inmenso ego y necesidad de atención se muestran “hipersensibles” al trato de los demás.
5) No asumen responsabilidad de sus actos. Su escasa autocrítica les impide tomar consciencia del rol que juegan en sus “fracasos y desgracias”. Son intolerantes ante los errores de los demás y autoindulgentes con los propios.
6) Simulan empatía. Su capacidad de conectar con los afectos y necesidades de los demás es muy superficial ya que toda su estrategia emocional está centrada en ellos mismos
7) Son maestros de la manipulación. Con mayor o menor grado de consciencia se valen de las emociones de los demás para descalificar sus argumentos.
¿Qué hacer ante un “victimista”?
1. Reconocerlo. El primer gran paso es distinguir a quienes sí viven abuso o maltrato de quienes lo simulan y proclaman. Y sin minimizar los sufrimientos que sí puediera vivir una “víctima” entender que su estrategia de “solución” es justo la postura de “¡cuánto sufro! lo mío no tiene solución”, ya que la queja es su manera de transitar la vida.
2. Clarificar lo que nos produce. Contactar nuestros sentimientos de culpa, enojo, atrapamiento, y hasta miedo si no actuamos a su favor.
3. Detener nuestra reaccióbn. Conscientizar lo que estamos sintiendo nos permite actuar con la cabeza y no en respuesta a la confusión emocional que la manipulación victimista ejerce sobre nosotros.
4. Desmantelar su juego. Poner sobre la mesa su estrategia nombrándola. Marcar límite de tiempo a sus lamentaciones y rechazando sus culpabilizaciones. Explicarles que los escucharemos y que la ayuda que podemos ofrecerles es muy concreta y práctica, y no los exenta de que asuman responsabilidad.
5. Retirarse. Sí no se deja ver ninguna disposición de que se hagan cargo de ellos mismos, habrá que emprender la retirada –física o emocional-. No tiene caso invertir tiempo y energía en quien no tiene una intención de cambiar.
1. Camino de sanación.
• Dejar de compararse con los demás y de desvalorizarse.
• Perdonarse por ser como son, y reconocer que hacen lo que mejor pueden, como todos.
• Tener el valor de ser como los demás, tanto con sus defectos con sus virtudes.
• Observar que en su interior hay cosas buenas, y permitirse sentirlas: sentir amor, sentir compasión, sentir gratitud.
• Depender menos del exterior.
• Practicar, hacia ellas mismas y hacia los demás, la generosidad, comprensión y benevolencia.
• Integrar la doble experiencia de sufrimiento y también de gozo, de tristeza y de alegría, y aprender a vivir ambos.
• Experimentar satisfacción con lo que sí se tiene y aceptar la realidad y las cosas como son. Conformarse con lo que se tiene en lugar de mirar y añorar lo que falta.
• Aceptar la normalidad. Aprender a valorar lo cotidiano y parar la búsqueda de intensidad que tanto sufrimiento genera.
• Asumir el derecho a ser feliz y a recibir amor por lo que son, sin tener que esforzarse de más.
• Pedir lo que necesitan sin quejarse o dramatizar y aceptar el resultado.