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  • 27 DIC 2024, Actualizado 03:51

CON MARTHA DEBAYLE

Los 4 equilibrios de la felicidad genuina

Les vamos a decir qué onda con los 4 equilibrios que debemos tener para alcanzar la felicidad genuina

Los 4 equilibrios de la felicidad genuina

Los 4 equilibrios de la felicidad genuina

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Ciudad de México

Tony Karam, presidente y fundador de Casa Tibet México. Organizador de las visitas de Su Santidad el XIV Dalai Lama a México.

Cultivando los 4 equilibrios

La felicidad genuina

Emerge de una mente calma, clara, abierta e inteligente.

No se trata ni reduce meramente a un sentimiento, sino nos habla de una manera de estar presentes en el mundo sin verse arrojados al desequilibrio emocional en consecuencia de la exposición a las diversas vicisitudes de la vida.

Uno puede continuar disfrutando de los gozos del mundo sensual, las relaciones humanas y las actividades significativas. Sin embargo, al no apegarse a ellas como una fuente genuina de bienestar duradero, una dimensión interior de bienestar permanece en nosotros aun cuando los soportes del placer sensual hayan cesado o desaparecido.

La ruta directa para la actualización de este tipo de florecimiento es el cultivo del equilibrio mental al que dividimos en cuatro categorías:

El de los deseos y voliciones.

El de la atención.

El cognoscitivo.

El emocional.

Para cada uno de estos cuatro equilibrios mentales es indispensable identificar un camino medio, una dimensión de equilibrio o de homeostasis, como la libertad de tres tipos de desequilibrios: el deficit, la hiperactividad y la disfuncionalidad.

Cultivar deseos y voliciones

Su desequilibrio naturalmente se centra en la manera en que nuestros deseos y voliciones nos alejan del florecimiento psicológico y nos conducen al conflicto.

El déficit en la volición ocurre cuando experimentamos una pérdida apática del deseo de bienestar y sus causas.

La hiperactividad volicional se manifiesta cuando nos aferramos a deseos obsesivos que obscurecen la realidad del presente, y la disfuncionalidad volicional se hace presente cuando deseamos cosas que no son conducentes a nuestro bienestar genuino así como el de los que nos rodean y no deseamos las cosas que en efecto contribuyen al mismo.

De acuerdo a la tradición budista, la fuente verdadera de nuestro sufrimiento mental radica en las aflicciones internas del aferramiento, el apego y la aversión y no como comúnmente pensamos en objetos y situaciones externas.

El equilibrio de la atención

Incluyendo el desarrollo de la atención sostenida prolongada y voluntaria es un elemento esencial de la salud mental, así como un prerrequisito indispensable para la ejecución óptima de cualquier actividad.

Se actualiza al superar el déficit, hiperactiva y mera disfuncionalidad de la atención a los que la sociedad humana en general es comúnmente propensa.

El déficit de la atención implica no poder concentrarse en el objeto de atención o interés.

La hiperactividad de la atención ocurre cuando la mente se ve presa de la distracción o fragmentación compulsiva y obsesiva y la disfuncionalidad de la atención ocurre cuando nos enfocamos en cosas de manera aflictiva la cual no es conducente a nuestro bienestar genuino ni el de los que nos rodean.

El equilibrio cognoscitivo

Se distingue por ver al mundo libres de los desequilibrios de las proyecciones conceptuales, las omisiones o las distorsiones.

El equilibrio emocional

Es el natural resultado y consecuencia de la armonía de las anteriores.

Sin embargo, los desequilibrios emocionales pueden inhibir estas otras facetas de la salud mental.

El déficit emocional se manifiesta como una especie de fría indiferencia hacia los otros.

La hiperactividad emocional se caracteriza por experiencias excesivas y obsesivas de jubilo y depresión, esperanza y miedo, adulación y desprecio, hostilidad y aferramiento.

La disfuncionalidad emocional ocurre cuando nuestras respuestas emotivas son inapropiadas para la circunstancia.

Podemos corregir estos desequilibrios al través del cultivo de los cuatro pensamientos inconmensurables: el amor bondadoso, la compasión, el regocijo y la ecuanimidad.

Cada uno de estos inconmensurables tiene un impostor por el que no debemos confundirle: el apego auocentrado y el deseo pueden confundirse con el amor bondadoso, la pena y la desesperanza con la compasión, el hedonismo y la felicidad frívola con el gozo empático y la apatía o la indiferencia con la ecuanimidad.

Es así que la felicidad genuina caracteriza a una persona que ha desarrollado madures psicológica, ética y espiritual. Las personas religiosas o no religiosas pueden abrazar este ideal de felicidad genuina sin importar su trasfondo ideológico o espiritual.

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