Una vida homosexual
Es el testimonio de Marina en los últimos cincuenta años
Una vida homosexual
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Ciudad de México
En cabina con Marina Castañeda, autora y conferencista. Estudio en Harvard, Stanford y la École Normale Supérieure de París. Ha publicado más de 350 artículos sobre temas psicológicos y sociales. Su libro sobre la psicología de la homosexualidad ha sido publicado en Francia, Italia, Brasil y Letonia (TW:@castanedamarina // marinacastaneda.net).
De qué va
El libro, es el testimonio de Marina en los últimos cincuenta años
Cuenta cómo ha vivido la homosexualidad en sus aspectos personales, sociales y profesionales, en paralelo con los avances históricos del movimiento de liberación gay desde su inicio.
Combina anécdotas y reflexiones de su vida, investigaciones y consulta terapéutica
Habla de los privilegios de ser gay, pero también de sus costos.
Además, examina los grandes cambios sociales, culturales y jurídicos que le han tocado experimentar, las interrogantes de hoy sobre la diversidad sexual y los retos del futuro.
El inicio de todo
Se considera que la liberación gay empezó en junio de 1969, con las manifestaciones contra una redada policiaca en el Stonewall Inn, un bar gay en el Greenwich Village de NY.
La lucha por la despenalización y los derechos civiles de los homosexuales tiene su fecha simbólica cada junio desde 1970, con el nombre del orgullo gay.
En 1969, Marina apenas tenía 13 años y empezaba a tomar consciencia sobre su homosexualidad.
Su vida como lesbiana empezó al mismo tiempo que la liberación gay.
¿Cómo era? En 1969 la homosexualidad todavía era ilegal en Estados Unidos.
Las relaciones homosexuales eran delictivas
No era aceptable que las personas del mismo sexo bailaran juntas, se tomaran de la mano, se besaran o vistieran ropa del otro género.
¿Cómo iba cambiando?
En 1970 la homosexualidad seguía penada y mal comprendida en casi todo el mundo
Apenas en 1967 había sido derogada la ley contra la homosexualidad masculina en Reino Unido
En 1970 la homosexualidad se percibía como una enfermedad
Sólo en 1973 sería eliminada de la lista de psicopatologías de la Asociación Psiquiátrica Americana
La Asociación Psicológica Americana hizo lo propio en 1975, y por la Organización Mundial de la Salud en 1992.
En Europa y Estados Unidos había publicaciones y lugares secretos para gente homosexual, mucho más para hombres que para mujeres
Por ese tiempo, a los 16 años Marina empezaba a sospechar que era lesbiana.
Salir del clóset: Cuando asumió su identidad homosexual y experimentó lo que era salir del clóset, nunca lo anunció, no en su persona o en su conducta pública algún cambio, tampoco lo escondió.
Poco a poco se han ido descartando los supuestos tratamientos al comprobarse que la homosexualidad no se debe a imbalances hormonales ni a factores orgánicos, al abuso sexual infantil, a la dinámica familiar comúnmente aceptada de “padre ausente, ma- dre sobreprotectora”, ni tampoco a las “malas influencias”.
La vida clandestina
Al verse obligados a ocultar su orientación los homosexuales llevaban una doble vida.
Se reunían clandestinamente
Los hombres buscaban sexo en baños públicos, parques o bares de mala muerte, siempre con el temor de ser descubiertos
Las pocas lesbianas que lograban tener pareja lo hacían bajo la apariencia de la amistad o vivían amores ciertamente apasionados pero platónicos.
No había ejemplos de personas ni relaciones homosexuales que terminaran bien
Las pocas novelas que tocaban el tema como El pozo de la soledad de Radclyffe Hall, o películas como The Children’s Hour con Audrey Hepburn y Shirley MacLaine (1961), acababan en la desgracia o el suicidio de sus protagonistas.
La homofobia
Los homosexuales no se consideraban ya enfermos, pero seguían sufriendo.
Poco a poco se hizo evidente que lo que dañaba a los homosexuales no era una patología sino la homofobia, tanto externa como internalizada, y la marginación: el estigma, el temor, la vergüenza y la soledad.
La desaparición de estos factores en la mayor parte de la sociedad occidental ha sido el gran logro del movimiento de liberación gay, que fue incorporando a activistas, asociaciones, organizaciones no gubernamentales, legisladores, intelectuales y creadores, empresas y medios masivos.
Este enorme cambio en la percepción social de la homosexualidad fue paulatino y necesitó de varios elementos.
El primer paso, y una constante en el movimiento gay desde 1969, fue volver visible a la población homosexual, anteriormente oculta, aislada y poco conocida.
Un segundo factor fue el argumento recurrente de las cifras: durante mucho tiempo los activistas gay mantuvieron en múltiples foros que el 10% de la población era homosexual, basándose en los estudios de la década de los cincuenta del sexólogo norteamericano Alfred Kinsey.
Estos estudios fueron desacreditados y ahora se sabe que entre el 3% y el 5% de la población en todos los países estudiados es homosexual.
Pero la mítica cifra del 10% sirvió su propósito: demostrar que existía un universo importante de gente gay, que podía tener un peso electoral e incluso económico.
El tercer factor del cambio, que derivó lógicamente del segundo, fue la campaña para que la gente gay saliera del clóset; en un exceso lamentable, los que no querían incluso eran sacados (outed) contra su voluntad.
La idea era combatir el prejuicio mediante la socialización.
Fueran negros, judíos, musulmanes o extranjeros, conocerlos de primera mano ha dado a entender que no son tan diferentes, extraños, ni temibles.
Hace apenas 20 años la mayoría de la gente heterosexual no conocía a homosexual alguno; hoy la gran mayoría en Occidente tiene amigos, familiares, vecinos o colegas que viven abiertamente su orientación sexual.
En cuanto más gays salen del clóset, más heterosexuales conocen a gente gay, lo cual lleva a que más homosexuales salgan del clóset, y así sucesivamente. Esto que he llamado “el círculo virtuoso de la visibilidad” tomó fuerza en los años ochenta.