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  • 22 DIC 2024, Actualizado 11:01

La pareja nunca puede ser pareja

Hoy demandamos a la pareja lo que antes nos daba toda una tribu

 Cuando la pareja se ha convertido en la principal fuente de apoyo, disfrute y resolución

Cuando la pareja se ha convertido en la principal fuente de apoyo, disfrute y resolución(Getty Images)

En entrevista con Martha Debayle en W, Tere Díaz, psicoterapeuta especialista en desarrollo personal y terapia de pareja. Autora del libro ¿Cómo identificar un patán? y ¿Por qué nos mentimos si nos amamos?

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IG: @tedisen / Web: www.terediaz.com

En consulta hay muchas parejas cuyas peleas se relacionan con querer ser tan “puristamente” justos, que terminan llevando una contabilidad competitiva de qué se dan, qué aportan y cómo se ayudan… que termina por ausentar el deseo y marchitar el amor.

Toda la vida personal consiste en la conquista de mejores oportunidades de vida a todos los niveles: educativo, económico, social, de salud, laboral. Pero ni la vida es justa, ni las circunstancia que acontecen a lo largo de ella son previsibles, controlables y parejas.

En su libro, Con Luz Propia, Michelle Obama dice que si se evalúa el matrimonio (o la vida en pareja) en el quinto, el décimo o el primer año, nunca se está al 50% y 50%: alguien siempre da mucho más en cualquier nivel: afectivo, laboral, doméstico, emocional.

Cuando las parejas comienzan a medir lo que cada uno aporta, inevitablemente reconocerán momentos en los que parece que uno de las dos cargas con mucho más que el otro.

La vida se caracteriza por el cambio permanente que solo consigue cierta estabilidad a través de un equilibrio más o menos precario.

Es en esa turbulencia que la pareja ha de aprender también a malabarear, a alternar roles, a cubrir huecos, a asumir responsabilidades que “no le corresponden”, a echarse al hombro responsabilidades y a actualizar permanentemente su relación a través de la consideración mutua y de la negociación ligera y constante.

La vida no es justa, no te da el 100%

Todas las personas llevan en la bolsa un paquete de cartas para jugar el juego de la vida, pero no todos nacemos con las mismas cartas por diversas razones: algunas elegidas, otras dadas y unas más impuestas.

1. En lo material. No es lo mismo nacer en una familia con estabilidad y posibilidades económicas a una con menos acceso a bienes materiales.

2. En lo educativo. No es lo mismo haber terminado únicamente la educación media que haber accedido a educación superior, incluido un doctorado en Oxford.

3. En lo cultural. No es igual haber accedido a un ambiente rico en cultura diversa que aporta experiencias varias y conocimiento.

4. En lo social. No es lo mismo ser hombre que mujer, que trans, que homo, que hetero, y demás.

5. En lo familiar. Haber vivido con una familia cálida y responsable vs. entre padres y familiares tóxicos y abusivos.

6. En lo biológico. Haber nacido con una inteligencia media o media superior, con integridad psíquica y física, o con algún déficit en esa área.

Esto hace que SIEMPRE alguien tenga más cartas para jugar en la relación por sus situaciones de privilegio, o, teniendo el mismo número de cartas para barajar, alguien tenga puros corazones y espadas, y el otro diamantes y tréboles.

Es por eso que en el día a día no se puede dar siempre en equilibrio: no puede ser 50% y 50%. No es pareja la pareja.

El conocimiento mutuo, la aceptación de las diferencias, la consideración mutua permite que la pareja se sostenga sin una permanente competición y comparación:

A veces uno puede dar el 20% y el otro cubre el 80%

Aplica en lo pequeño y cotidiano, igual que en lo más complejo y trascendente.

A esto sumemos los cambios personales a lo largo de la vida, y las circunstancias: enfermedades, despidos, demandas de las familias de origen, traumas atravesados, muertes, etc.

Habrá que evaluar cada situación, momento a momento, para acordar, si alguien viene quemado de un trabajo agotador, o si alguien está preocupado por un familiar enfermo, si alguno perdió el trabajo, etc. etc.

Cuando los dos no pueden, es decir: no se suma ni 10% de cada lado

Ocurrirán situaciones de “salvémonos como podamos”, es decir, ambos atrapados en demandas, cansancios y problemas, que no pueden exigir que el otro los apoye, si van a duras penas, remando en su propia lancha.

De ahí la importancia de contar con redes de apoyo exterior a la pareja, porque nadie puede satisfacer al 100% las necesidades del otro.

Somos seres sociales, y si bien el individualismo ha crecido y la pareja se va convirtiendo en la principal fuente de apoyo, disfrute y resolución, ni una madre sola puede dar a un hijo todo lo que requiere para crecer.

Habilidades que requerimos para saber ceder, apechugar y negociar

1. Flexibilidad. Entrenar la capacidad de hacer cosas diferentes y variadas. Ejemplo: ir a una boda solo sin pareja: aquí hay que aventarse el 100%.

2. Apertura mental. No encajonar las ideas de que “esto toca a la mujer”, “esto al hombre”.

3. Empatía. Capacidad de ponerse en el lugar de otro: si mi pareja llega con un 20% de energía y ánimo del trabajo, ¿puedo yo poner el otro 80%?

4. Tolerancia a la frustración. Capacidad de posponer el placer.

5. Redes sociales fuera de la pareja. Contar con amigos, colegas, familia, que te apoyen cuando apoyas, o cuando requieres tú el apoyo.

6. Actualizar las ideas de lo que es el amor y la pareja ideal.

7. Trabajar las heridas infantiles que hacen demandar de más cuando toca dar, o surgir el temor a ser pisoteado, o el miedo al abandono.

8. Saber poner límites al otro y a ti.

9. Saber pedir apoyo. Cuando ni sumando ambos llegan a dar el 60%, entonces hay que hablar entre la pareja y pedir apoyo de otros. No hay nada de malo en esto. No somos una isla.

10. El amor todo lo balancea, si la persona es madura.

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