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  • 19 ABR 2024, Actualizado 06:14

CON MARTHA DEBAYLE

CON MARTHA DEBAYLE. Alguien a quien yo amo no se quiere cuidar

¿Qué pasa cuando alguien que se ama, que puede ser un padre o un amigo cercano, parece no estar tomando las medidas necesarias?

Alguien a quien yo amo no se quiere cuidar

Alguien a quien yo amo no se quiere cuidar

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Mexico City

Mario Guerra, tanatólogo, conferencista, business coach, psicoterapeuta. 

Esta pandemia nos ha tomado a todos por sorpresa y estamos aprendiendo sobre la marcha acerca de las medidas que deben tomarse para contenerla y evitar el contagio. En el mundo hemos visto distintas estrategias para hacerle frente y todo va tan rápido, y la información fluye en tantos sentidos, que parece que el que no peca de exagerado lo hace de confiado y a veces hasta de indolente. ¿Pero qué pasa cuando alguien que se ama, que puede ser un padre o un amigo cercano, parece no estar tomando, consciente y voluntariamente, las medidas necesaria?

¿Qué pasa?

Algunas personas parecen no tomarse en serio esto de las medidas de contingencia como mantener la distancia social o evitar salir de casa.

Esto se vuelve especialmente preocupante cuando se trata de personas muy cercanas y, además, si están dentro de grupo vulnerables cuando son por ejemplo nuestros padres.

Hay quien insiste en salir de compras, a reunirse con amigos o simplemente declara que la cosa no es para tanto.

¿Se volvieron locos, simplemente son muy obstinados o ya son antisociales?

Pueden resultar sorprendentes estas reacciones, especialmente viniendo de personas hasta hace poco sensatas e inteligentes, y que hoy actúan de formas contrarias a las recomendaciones de salud más elementales.

Aunque esto puede no ser nuevo para muchos.

A veces ya había algunos problemas con seguir tratamientos médicos previos o cuidarse adecuadamente siguiendo indicaciones o algunas restricciones, por ejemplo dietéticas.

Incluso hay quien ya insistía en hacer las cosas “a su modo” a pesar de que eso causara inconvenientes y sobresaltos a otras personas o que los pusiera francamente en riesgo, como no tomar medicamentos, tener conductas de riesgo o salir a pasear caminando muy tarde por la noche.

Un estudio publicado en el 2016 y publicado en la revista de gerontología, reporta que el 77% de hijos alrededor de 55 años se queja de que sus padres se comportan al menos ocasionalmente de forma testaruda u obstinada.

Al mismo tiempo 2/3 de personas de 80 años y más de reportan a sí mismos como tercos.

Es evidente que cada uno puede tener sus razones, pero muchas veces son invisibles incluso para el que las actúa, así que vamos a ver algunas de las posibles causas ante esta actitud:

Algunas posibles causas

Información divergente o confusa

Esta causa es externa y proviene de información divergente en cuanto a las medidas a tomar. De pronto se nos dice no pasa nada porque somos inmunes y ahora estamos al borde del colapso sálvese quien pueda.

Alguien dice que los pobres están inmunes, que el té de borraja todo lo cura o que sólo ciertas personas están en riesgo. Después nos enteramos que incluso niños y jóvenes han sido afectados.

Razonamiento emocional

Es cuando se toma la información emocional como cierta.

Si siento que me va a dar algo, actúo como si eso fuera inevitable.

Esto puede producir ansiedad al tener la supuesta certeza de que el mal viene, pero que no acaba por llegar (porque en realidad no es probable que bajo esa circunstancia necesariamente llegue)

Si siento que no me va a pasar nada, lo mismo

Como me siento bien, como me digo que siempre he sido sano, como he comido frutas y verduras, entonces pues parecería que no hay forma de que me enferme de nada.

Esto va muy ligado a un mecanismo de defensa que menciono a continuación:

Negación defensiva

Los mecanismos de defensa son construcciones y posturas de nuestra mente, generalmente inconscientes, que están destinadas a evitar a afrontar la realidad, para defendernos de emociones o pensamientos que producirían malestar, como por ejemplo ansiedad o sentimientos depresivos.

La negación es el mecanismo más primitivo que usamos. Puede involucrar el rechazo emocional a algo o la creencia ciega o fanática en otra cosa, negando todo lo demás. La negación se puede sostener a pesar de la evidencia (incluso la científica), que tiende a descartarse o despreciarse y entonces se minimiza un hecho, es este caso un riesgo.

Lo que se amolda a nuestros deseos es fácilmente creído. Lo que encaja con nuestras aversiones es fácilmente rechazado.

Distorsiones del pensamiento

Pensamiento mágico

Se recurre en este caso a la irracionalidad para defenderse de la realidad abrumadora usando el razonamiento emocional como:

Si sigues así de pesimista o con ese miedo entonces sí te va a dar. Lo que hay que hacer es no pensar en eso porque de otra manera lo “atraes”.

Sesgo de ser mejor que el promedio

Algunos sienten que tienen más suerte o mejor salud que la mayoría, sólo porque así lo sienten.

Y si a eso le sumamos que no somos buenos naturalmente para estimar riesgos basados en probabilidades, está la tormenta perfecta.

Sesgo egocéntrico

Hace que ignores por completo el punto de vista de otras personas porque crees que el tuyo, y sólo el tuyo, es el correcto.

Por tu experiencia, edad, información o supuesta sabiduría.

“Todos los demás son unos imbéciles”.

“¿Cómo vas a saber más que yo que soy tu padre?”

Reactancia

La tendencia a hacer lo contrario de lo que alguien quiere que hagas porque crees que están tratando de restringir tu libertad de elección.

Aunque tu intención real sea cuidar al otro.

Es un intento de preservar autonomía e independencia.

Esto se agrava cuando tomas un papel disciplinario con otro adulto al querer regañarlo por su descuido o desobediencia.

Necesidad de control y normalidad.

Cuando vamos envejeciendo empezamos a tener y sentir restricciones Impuestas o autoimpuestas) que nos recuerdan que estamos entrando justo en una etapa distinta que nos presenta cambios a veces indeseados.

Además, dependiendo la edad y vínculo familiar, probablemente el rol activo dentro de la familia también ha cambiado y hoy con el confinamiento esto se puede hacer más notorio.

No es sencillo pasar de cuidar y dirigir a ser cuidados y dirigidos, menos aún por quienes antes no tenían autoridad.

Seguir rutinas propias, hacer lo que siempre se ha hecho, ofrece una sensación de normalidad que hace sentir cierta seguridad y dar sentido a la vida de muchos.

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