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  • 20 ABR 2024, Actualizado 02:14

CON MARTHA DEBAYLE

CON MARTHA DEBAYLE. 10 preguntas que te pueden abrir los ojos sobre tu relación con la comida

¿Cuántas horas de su día calculan que le dedican a pensar en lo que van a comer?

10 preguntas que te pueden abrir los ojos sobre tu relación con la comida y con el peso

10 preguntas que te pueden abrir los ojos sobre tu relación con la comida y con el peso

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Mexico City

Adriana Esteva, especialista en Nutrición Emocional, autora de “Cuando la comida calla mis sentimientos” y “En la comida como en la vida” y facilitadora de taller “Comiéndome mis emociones”. 

¿Cuántas horas de tu día calculas que le dedicas a pensar en lo que vas a comer, lo que comiste, lo que debes comer, los kilos que tienes que bajar, la dieta que vas a empezar, la ropa que ya te queda o que te tiene que quedar?

Confieso que cuando yo me hice esta pregunta me di cuenta que más o menos estos pensamientos ocupaban más del 80% de mi día. Lo interesante es que aún cuando le dedicamos tanto tiempo, energía y espacio, sabemos poco de nuestra relación con la comida y con el cuerpo. A lo mejor creemos que sabemos mucho porque lo que sí sabemos es que nos pone de mal humor, que deberíamos de cambiarla o mejorarla y que con tantita más fuerza de voluntad lo lograríamos. Sabemos mucho pero de lo mismo.

Cuando ponemos atención en algo, ese algo comienza a transformarse o más bien a transformarnos.

La comida forma parte de uno de los recursos más primarios de seguridad con los que contamos los seres humanos (y prácticamente todos los seres vivientes), cuando de bebés nuestro cuerpo reconoce la presencia de la leche, se activa nuestro sistema parasimpático y se abre así la posibilidad de explorar la vida, de conectar, de digerir.

Esta profunda relación con la comida merece que más allá de lo que creamos acerca de ella, por lo menos nos demos la oportunidad de conocernos a través de ella. ¿Cómo? Siendo curiosos y empezando por hacernos preguntas como estas:

¿Que estás dejando de ver al ver a la comida?

Si ponemos mucha atención en algo, significa que estamos dejando de poner atención en algo más. Obviamente necesitamos planear que comer, ir al super, preparar o encargar comida…. Lo que vale la pena explorar y podría ser un “foco rojo” es que dejes de hacer cosas que antes hacías y que te gustan por “cuidar” lo que comes, o que no salgas de casa y busques estar solo para poderte dar atracones, o que te obsesiones tanto que te de “miedo” comer en casa de alguien que quizá pueda cocinar con grasa. ¿Qué estás dejando de mirar de ti, de tu situación amorosa, familiar, financiera, emocional, legal o física al tener una relación tan asfixiante con la comida? ¿Con que o con quien te estas dejando de relacionar por estar tan relacionado con la comida? (tanto si solo piensas en comer como en no comer)

Que te da la comida que no sabes tomar de las personas

Alguna vez, en uno de mis talleres, una participante dijo: Prefiero tomar el amor de la comida que de las personas, porque duele más amar que comer. Recordemos que cuando somos pequeños tenemos muy pocos recursos para enfrentarnos a nuestros entornos : papás, casa, dinámicas, ambiente y es ahí en donde aprendemos si ese entorno es seguro o no. La comida ha acompañado cada día de nuestra vida, siempre está ahí, no nos abandona, no nos deja, no nos reclama, no nos juzga, sabe rico y nos permite recrear ambientes mucho más controlables que los que ocurren “allá afuera” en la relación con el otro. Nos da la sensación (aunque sea efímera) de compañía, contacto, dulzura, presencia, apapacho, distracción, cercanía, intimidad, alegría. Y no está ni bien ni mal, solo que es probable que al no atrevernos a buscarla en alguien (llámese mamá, papá, pareja, amigos) nos “rindamos” a encontrarla solo en un buen pastel de chocolate.

¿En qué pondrías tu energía si no pensaras en la comida?

¿Te imaginas todo lo que podrías hacer si pones a trabajar a tu energía en lugar de tenerla estancada en tu obsesión por comer o por bajar de peso?¿Qué pasaría? Es probable que lograras tus sueños, iniciaras proyectos, te independizaras, terminaras una relación que no te llena o que te daña, cambiaras de trabajo si el que tienes no te gusta, planearas viajes, dieras parte de tu tiempo a alguna causa social, te dieras tiempo para ti, te involucraras con tu familia, pareja o comunidad.

¿Qué estarías sintiendo si no sintieras tus lonjas?

Damos por hecho muchas cosas, entre ellas que estar incómodos o incómodas en nuestro cuerpo es normal. Y entonces esas sensaciones de incomodidad ocupan la mayor parte de nuestra atención, creando una especie de “distractor” hacia otras sensaciones que también ocurren y que se quedan sin atender, como la sensación de hambre, de hartazgo, de inquietud, de necesitar contacto, de sentir que algo está explotando por dentro, de dolor por permanecer callados, de tristeza por una pérdida, de excitación.

¿Qué realmente te enoja y no te atreves a expresar, que prefieres enojarte con tu cuerpo?

Una de las emociones más “satanizadas” es el enojo. Nos cuesta trabajo recibirlo y muchas veces expresarlo por miedo a ser reprendidos, juzgados o a causar daño. Sin embargo, el enojo es un gran recurso para “protestar” y hacer notar lo que no nos gusta, poner límites, defendernos y movernos de lugares en donde no queremos estar o hacia lugares en donde si queremos ir. Cuando nuestro enojo es reprimido, avergonzado, castigado, reprendido o invalidado, aprendemos que es mejor no expresarlo y nos asustamos de sentirlo. Pero como no podemos evitarlo, vamos “ajenandolo”, es decir, lo mandamos a terrenos “más seguros” como nuestro cuerpo.

¿Qué en tu vida sientes que no está estable y/o seguro, que buscas la estabilidad y la seguridad en la comida o en controlar lo que comes?

Como ya lo comentamos, la comida es una fuente básica y primaria de seguridad, nos da la sensación de que estamos a salvo, de hecho cada uno de nosotros tenemos “alimentos seguros”, esos a los que recurrimos cuando nos sentimos desolados, nerviosos, asustados, confundidos, incapaces o inestables. ¿Puedes reconocer cuál o cuáles son los tuyos? Conocerlos te puede ayudar a echarle una mirada más profunda a lo que pudiera estar ocurriendo en otros ámbitos de tu vida cuando sientes una necesidad “incontrolable” de comerlos.

¿Que le pides a la comida? ¿Te lo puedes dar con algo más?

Si te das cuenta que comes sin hambre física y de manera compulsiva o impulsiva, es interesante preguntarte qué es lo que esperas que ese alimento te dé en ese momento.. ¿Tiempo? ¿Espacio? ¿Contención? ¿Escape? ¿Compañía? Obviamente el alimento no te va a contestar, sin embargo hacer tal cual la pregunta te ayuda a abrir diálogo contigo mismo.

¿Que límites has dejado de poner en tu vida, que tampoco puedes poner en la comida?

Dice Geneen Roth en su libro “Cuando la comida es más que comida” que mirar nuestro plato, es mirar la forma en la que miramos al mundo. Si tomamos esta analogía, podemos explorar de qué nos habla el que no podamos poner límites a la hora de comer o por el contrario que limitemos excesivamente lo que comemos.

Y por último contesta estas preguntas sin pensarlo mucho, con lo primero que venga a tu mente

Me trago la comida igual que me trago……

Me quiero llenar de comida igual que me quiero llenar de……

Me privo de comer lo que me gusta igual que me privo de……

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