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  • 29 MAR 2024, Actualizado 07:21

CON MARTHA DEBAYLE

CON MARTHA DEBAYLE. ¿Cómo recuperar la confianza?

Para todos los que viven agobiados porque sienten que no pueden confiar en su pareja

¿Cómo recuperar la confianza?

¿Cómo recuperar la confianza?

29:09

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Mexico City

Shulamit Graber, psicóloga clínica y terapeuta de pareja y familiar con más de 30 años de experiencia. Autora del libro: Agonía en la incertidumbre y Del sufrimiento al crecimiento.

¿Qué es la confianza?

Confiar es creer, es tener seguridad en la otra persona.

Es aquel auténtico sentimiento por el cual miramos y tratamos al otro con cierto grado de seguridad, agrado y transparente simpatía.

La confianza nace de lo profundo de la personalidad; emerge de la relación abierta y sencilla con la otra persona; aumenta la comunicación permanente; se consolida en las pruebas y se marchita con las reservas y los silencios.

Es un sentimiento que se va construyendo gradualmente en la diaria convivencia.

A través de nuestros actos nos ganamos la confianza o perdemos el derecho a que los demás crean en nosotros.

Dilema ético: No se puede recuperar la confianza desde la desconfianza.

¿Cómo la recuperas? ¿Cómo vuelves a confiar? ¿Es una decisión? ¿una elección?

Confiar en alguien siempre implica una apuesta. Un salto de fe.

Somos humanos, transgredimos, nos confundimos, y después?

Nos volvemos eternos esclavos de ese acto? O tenemos otra oportunidad?

¿Expectativas falsas? En ocasiones, depositamos nuestra confianza en la esperanza de algo prometido, que luego no se cumple…

Esperamos que una persona actúe de cierta manera frente a una determinada situación, pero vemos que al final esto no ocurre como lo esperábamos…y después ¿qué ocurre?

La confianza se debilita y surge de inmediato la desconfianza.

Es la principal enemiga en nuestras relaciones afectivas, porque nos hace ver lo que en realidad no existe.

Hay un dicho que dice: “la confianza mata al hombre”. Entonces la pregunta sería, ¿es malo confiar o no?. Si por confiar vamos a ser beneficiados o perjudicados.

Hay muchas situaciones en que la confianza es correspondida y otras en que somos traicionados o sin quererlo traicionamos, al no poder cumplir por diferentes motivos: expectativas, sobre exigencia…

¿Qué no nos ayuda?

Por muchos años hemos sido formados en una cultura de la desconfianza. Antes que enseñarnos a confiar y tener fe en nuestros semejantes, incluso los más cercanos y ligados a nuestros afectos, hemos sido formados para dudar y sospechar de ellos.

“No reciba ayuda de personas extrañas” “Si un desconocido o extraño le ofrece orientación y ayuda, rechácela”. Tristemente estos son avisos que fácilmente podemos encontrar en un cajero automático, en centros comerciales o en una terminal de transportes.

Sospechar de los demás, sobre todo si no los conocemos, parece ser la mejor arma para protegernos de todos los peligros, y termina siendo como un virus contagioso, pero que también ataca e interfiere en las relaciones personales, afectivas, amorosas de pareja…

Por lo tanto…

Desconfiar es un rasgo característico de nuestra naturaleza humana; no creer en el otro y por lo tanto exigirle a toda hora justificación y evidencia de sus actos, es un sentimiento negativo que generalmente tiene más que ver con sospechas infundadas y al hábito de la desconfianza que ya tenemos inconscientemente incorporado.

A todos nos gusta que nos crean, que confíen en nosotros, que nos hagan reconocimientos, pues con ellos incrementamos nuestra autoestima y reafirmamos nuestra confianza. Es por ello que resulta ser una experiencia desagradable sentir que se desconfía de nosotros, que se pone en duda nuestra credibilidad y buena fe.

La desconfianza niega toda demostración de afecto y lastima lo más profundo del ser humano cuando lo aplicamos con la misma intensidad para todo el mundo o lo que es peor, cuando la utilizamos como recurso para ejercer el mando o crear precedentes de autoridad: “soy el padre; soy el maestro; soy el jefe, entonces tengo legítimo derecho a desconfiar de quienes están bajo mi mando o tutela”. ¡Falso paradigma que tenemos que eliminar…!

Familiarmente:

Nuestros hijos necesitan que les demos muestras que sí creemos en ellos, que creemos en su palabra y que a pesar de sus errores y equivocaciones, creemos en sus capacidades.

Educar en la confianza es un modelo de formación que podemos poner en práctica diariamente y de una manera muy sencilla: deleguemos en los hijos cuantas veces podamos aquellas responsabilidades que estén en condiciones de asumir; asignémosles tareas que puedan realizar ellos solos sin nuestra presencia fiscalizadora; demostrémosles que estamos haciendo votos de confianza en sus capacidades y honestidad.

Cuando delegamos o involucramos a otra persona en un proyecto o empresa, le favorecemos su desarrollo como ser humano y le permitimos su crecimiento como persona. Si actuamos así con nuestros hijos y a pesar de sus equivocaciones les demostramos que seguimos confiando en ellos, no sólo les estamos dando una clara demostración de confianza sino que también sembramos en su mente y en su corazón semillas de autoestima, de autoconfianza y seguridad en sí mismos que habrán de germinar más tarde en actos de verdadera autonomía.

Si uno desea la confianza de otros –y en nuestro corazón todos lo deseamos-, uno debe empezar por confiar.

Una trampa en la que solemos fácilmente caer es la de “para no preocuparle… no se lo digo” y a continuación, mentir. Es lo peor que uno puede hacer. Cuando el otro se entere de la verdad, la confianza mutua se convertirá en un imposible.

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